Sesión 10: La puesta en escena




· Las averiguaciones sobre papá
· Cambio de tema
· (El fantasma)
· La puesta en escena
· La hermana envejecida
· Herencias de familia
· A la sombra de la que brilla

Lunes 12 de noviembre de 2012

Mientras camino por el pasillo la veo asomarse por la puerta y mirar hacia los lados, cuando me ve sonríe y me mira llegar.
–¿Cómo estás? ¿Bien? –nos damos un beso en la mejilla–. Adelante.
Se hace a un lado para que pase, después cierra la puerta.
–¿Qué tal? –dice mientras camina–. ¿Cómo va?
–Bien, ¿vos? –le respondo desde mi silla, con el bono en la mano.
–Bien, todo bien –se sienta, mira unos papeles y me sonríe–. Bueno, ¿qué tal? ¿Te quedaste pensando en algo el otro día?
–Sí, en varias cosas.
–A ver, contame –apila los papeles y los deja a un costado.
–No sé. Primero pensaba en… –mientras hablo parece recordar algo y vuelve a mirar un papel– en mi papá. En…
–Ajá –me dice dando vuelta una de las hojas.
–Y… no sé, me acordé, por ejemplo de… del llamado de teléfono de él, la última vez que hablé, hace mucho… en donde me llamó y lo que me preguntó fue cómo estaba mi hermana –ella gesticula mostrando interés pero no deja de buscar algo en los papeles–. Y no mucho más que eso.
–¿Te preguntó cómo estaba tu hermana? ¿Pero y por qué no le preguntó a tu hermana?
–¿Te acordás que te conté?
–Sí, sí –dice, tapando una lapicera y mirándome a los ojos.
–Bueno, cómo puedo saberlo.
–Le dijiste… –ahora acerca la silla a la mesa muy ruidosamente y no escucho lo que me dice.
–Mh… me parece que no le dije nada.
–Ahora, como que la forma de acercarse de él era hablar de tu hermana, por ahí.
–No.
–¿No? ¿Y por qué…?
–La forma de acercarse a mi hermana era hablar conmigo.
–Ah, vos decís como que no se animaba a llamarla directamente.
–Porque ella se enojaba.
–¿Le molestaba que tu papá la llame?
–No, porque tenía cosas para reclamar obviamente, como yo.
–¿Le pudiste reclamar algo cuando te llamó o…? –levanto los hombros–. ¿Vos qué le hubieras reclamado? ¿O qué le reclamabas?
–Pienso…
–¿A ver…?
–¿Qué se le puede reclamar? O sea, ¿de qué serviría?
–Sí, pero más allá de lo que sirva, ¿a vos qué, qué…? ¿Qué es lo que te quedó así, como “mal” con él?
–Todo.
–¡Todo!
–¡No estuvo nunca!
–¿A qué edad se habían separado, cuándo vos tenías cuántos años?
–Yo estaba en la primaria, en los primeros grados.
–Mh. ¿Y no lo iban a visitar? ¿Ni él venía?
–Desapareció. Y cuando fui adolescente un poco fui a… no sé, quise como…
Dejo de hablar y nos quedamos en silencio un rato largo. Ella está notoriamente más relajada que otras veces, su voz es suave. Después de mirarnos por unos segundos vuelve a mover los papeles como buscando algo, de vez en cuando me mira, me sonríe y vuelve a buscar. Desde afuera se escuchan voces, hay una señora que pregunta para dónde es y otra que le responde muy fuerte que siga caminando para adelante. Bostezo.
–Perdón, pero… –digo, cuando veo que me está mirando.
–No, no –se apoya en el respaldo–. ¿Y vos cuando fuiste adolescente quisiste qué?
–No sé, saber quién era, dónde estaba.
–¿Y?
–Y nada.
–Es muy común que pase eso en la adolescencia, a todos nos pasa de no saber en la adolescencia, ¿no? de dónde venimos, qué, qué... Así que es normal lo que hiciste, intentaste buscarlo y ¿no dio resultado? –digo que no con la cabeza–. ¿Y cuándo se empieza él a hacer presente? Porque hubo un llamado…
–Nunca.
–Digo, esto de los llamados…
–Creo que yo traté de ubicarlo alguna vez cuando era adolescente porque me enteré que estaba en lo de mi abuela.
–Uhum.
–Y después nunca más.
–¿Pero tu abuela no tenía relación con ustedes tampoco?
–No, está un poco loca.
–¿Por qué?
–No sé. Qué se yo. Nunca tuve relación con ella. Y… y no, y ése creo que fue el único llamado de él.
–O sea, lo que les dice su mamá a ustedes, si mal no recuerdo, ¿era que él quería estar con su mamá? ¿Eso era?
–No nos dijo nada. O sea, ella lo que decía era que se había ido con la mamá y fue así me parece. Qué sé yo, no sé.
Otra vez nos quedamos en silencio y ella se cruza de brazos.
–¿Cómo era lo de las vacaciones? –le pregunto, intentando desviar el tema.
–¿Cuándo?
–¿En verano? ¿Diciembre…? Me olvidé. Quería como saber para…
–Ah, ¿y vos cuándo te vas a tomar vacaciones?
–No, no sé, pero quería como para…
–Ah. Yo voy a… –hace una pausa para pensar y se incorpora–, yo voy a tomarme desde el veintiocho de enero hasta el veintiocho de febrero, más o menos.
–Ah.
–No sé si el veintiocho justo, pero…
–Bueno, más o menos.
–Lo vamos viendo. Estem… así que nos vemos igual diciembre y enero y… por ahí yo creo que, bueno, que podemos ir viendo, ¿no? Ahora, durante este mes, durante el mes que viene, estem… a ver cómo seguimos, ¿no?
–Dale.
–Este… vos igual todavía, vos vas a estar en esas fechas –me mira con cara de interrogación–, o sea, enero estás acá y diciembre también.
–Sí, creo, me imagino que sí. No sé, si no cualquier cosa te aviso, pero me imagino que voy a estar acá.
–Bueno. Este… Así que bueno, te quedaste pensando o te acordaste un poco de tu padre, ¿no?, de esta llamada que hubo…
–En realidad, me acordé de este… de la parte de este viaje donde me encontré con mi familia. Y toda la reunión…
–Con tu mamá y tu hermana, me habías dicho.
–Que gira en torno de… qué tiene o no tiene mi papá, qué se le puede sacar o qué tuvo.
–¿Tiene hermanos él? ¿Cómo… cómo era?
–No.
–¿Era único hijo?
–Sí. Y…
–¿Y tu abuela murió ya?
–No lo sé. Pero en realidad siento que por un lado eso existe… esa excusa existe, pero por otro lado había como una sensación de… de la necesidad de hacer esta reunión familiar. Como de… no sé.
–¿Dónde se reunieron?
–En la casa de mi hermana. En Córdoba.
–¿Estaban los más chicos?
–Casi nada. Tienen sus actividades. Y… no sé, tampoco es que estuvimos reunidos mucho pero… Fue como… ¿esa sensación de…? No sé, de que hacía mucho tiempo que no nos veíamos y como que ellos siempre, mi mamá, mi hermana sobre todo, pero mi mamá también, trabajaban en hacerme desaparecer, casi.
–¿En Buenos Aires sentiste eso?
–Sí.
–¿Cómo es?
–Si yo no llamo, no llaman, si desaparezco parece que no les importa. Y si llamo me… como que siempre están en su mundo, entre ellas, y yo soy como una especie de depósito de la mala onda. Y entre mi hermana y mi mamá las cosas funcionaban de una manera como, no sé, como… no sé –se escuchan mucho los ruidos del pasillo, pareciera pasar más gente que habitualmente–. Como que yo hacía de equilibrio ahí. Porque mi hermana la trataba mal a mi mamá y mi mamá como que…
–Se descargaba con vos.
–Descargaba todo conmigo y así estaba más tranquila…
–Mh.
–Y como no estuve...
–Se están maltratando entre ellas.
–Y sí, aparte mi hermana cometió este error de llamarla porque la necesitaba, que otras veces hizo lo mismo… –hago un paréntesis y me sonrío– pero la cosa es que cuando ella no la necesitaba más, la despachaba de vuelta y ella venía toda re entristecida y me tiraba ese fardo a mí. El tema es que ahora cuando mi hermana le dijo “bueno, listo, ya está”, mi mamá no se fue y se quedó allá. Y ahí me parece que es cuando se dio cuenta de que yo no estoy más en ese lugar.
–¿En…?
–En el lugar del recipiente de la mala onda.
–Es muy bueno para vos no estar más en ese lugar, ¿no?
–Ni idea. Ni idea, porque de repente estoy ahí y veo que tal vez la imagen que mi hermana tenía de mi mamá no es la misma que la mía.
–Sí.
–Y que recién ahora la ve a mi mamá como yo la estuve viendo. Y es como difícil, no sé.
–¿Qué es lo difícil?
–Me imagino que para ella es difícil, porque también la corre de lugar a ella.
–¿Pero vos decís que no te das cuenta que es mejor? ¿No te parece que está bueno que te puedas correr y… a que te quedes ahí engrampada, por ejemplo?, ¿no? Esto de que tu vieja está bien pegadita a ella…
–Sí, seguro que sí. Pero igual yo tampoco sentía que estaba pegadita a ellas.
–No, bueno, pero hacían, digamos, como me comentás…
–Digamos como que ejercía ese rol, como cuando vas a trabajar y bueno, medio como que no te gusta pero vas y cobrás a fin de mes, es medio una cosa así. Como parte del trabajo.
–¿Cómo “como parte del trabajo”? Ahora ellas… vos decís “trabajan en hacerme desaparecer”. Es fuerte eso que dijiste. Como esto de que no te llaman… y cuando vos llamás te tratan mal…
–Y recién ahora me llamaron por, por… por una… o sea… ¡y eso viene de mi hermana, ni siquiera de mi mamá! Es como… mi hermana siempre fue así, que a mi vieja la llama cuando la necesita.
–¿Así cómo?
–Que a mi vieja la llama cuando la necesita.
–Es un sargento.
–Y mi vieja siempre “ay, ella es...” –aspiro hondo como si se tratase de oler un rico perfume.
–¿Te llamaron para ver si necesitás algo o…? –abro mucho los ojos–. ¿No?
–Y… para estas cosas de la familia, ¿no?, como para, no sé, que estoy avisada de que… –me cuesta organizar las ideas, ella me mira con mucha tranquilidad–, mi mamá empieza con todas estas cuestiones legales porque nunca se divorciaron y bueno, se ve que ya está grande y empieza a pensar en lo que queda. Yo tengo la idea de que mi hermana la llamó porque la necesitaba para que le cuide a los nenes y qué sé yo, y mi vieja, así como mi hermana, al no estar yo para sostener esa parte, empezó a ver… mi vieja tal vez también empezó a ver que mi hermana no podía sostener esa parte, mi vieja siempre la vio como a… y tal vez por eso también… –me cuesta tanto hablar que me fastidio y me callo–. No sé.
–¿Por eso también…?
–Empezaron a valorar… pero no a valorarme a mí, ¿eh? porque les chupa un huevo, ¡nada!, empezaron a valorar como el… el depósito, ¿no?
–Bueno, pero vos te corriste de ese lugar –dice levantando el mentón y apoyándose en el respaldo mientras se cruza de brazos.
–Mh –asiento sin ganas.
–¿Vos sentís que no te corriste del todo de ese lugar? ¿A pesar de que te fuiste?
–No sabría decirte –respondo tristemente. Nos miramos serias por un segundo e intento evadir la pregunta–. El tema es que yo fui y mi presencia es como que… no sé.
–¿Como qué…?
–No sé, como una especie de fantasma.
–¿Vos te sentiste como un fantasma?
–Y vista así. Como… como, no sé, “tiene la misma cara pero no se sabe si hace lo mismo”, como una cosa así.
–¿Cómo, cómo, cómo?
–“Tiene la misma cara pero no se sabe si sigue siendo lo mismo” –recito–, o sea, “el recipiente” y esas cosas. Y como yo soy realmente… inexpresiva y no hablo…
–Te ponés un poco en fantasma a veces –me interrumpe con tono de reproche–. Con esto de ser inexpresiva, no aparecer, de no… –me mira por sobre los anteojos– ¡Con ellas digo!, ¿no?
–¡Bueno! ¿Qué pretenden, qué quieren? ¿Que vaya y sea un cascabel?
–Claro, pero… a ver. Vos podrías no ser un cascabel…
–¡Tampoco me dan otra participación! –la interrumpo.
–Está bien, pero…
–O sea –vuelvo a interrumpirla indignada–, me están invitando a esa reunión…
–Sí.
–Pero casi te diría que es como una especie de reclamo, tipo “che, mirá, todo bien que desapareciste porque incluso hasta nos encanta, pero hay una parte que necesitamos de vos, así que vení y tapá este agujero”.
–¡Claro!
–Como una cosa de… reclamándome como si fuese mi responsabilidad, ¿entendés?
–Sí, yo te entiendo pero… Ahora, en esta cosa manipuladora que tiene tu hermana, ¿no?, donde hay maltrato y desinterés por el otro, ¿no? Porque tampoco le interesa nada de lo que te pasa, ni lo que le pasa… pareciera… digo al abuso de tu mamá con esto de “cuidame a los chicos”, ¿no? Digo, a mí me da esa sensación, como que ellas te dieran un lugar que es este lugar del que vos tuviste que desaparecer, ¿no? Y que vos lo tomaste, y que a veces vos desaparecés del mundo también, ¿no? Como que… como si hubieras dicho “bueno, esto me dieron y esto es el lugar que me toca”, ¿no? Como que te faltaría estar más presente en tu mundo, armarte vos en tu mundo, ¿no? En el que no fueras tan fantasma en un punto, ¿no? Porque a veces...
–Y… pero…
–Cuando me contás un poco cómo te manejas, hay una cosa a veces de, eh… “cuando voy al trabajo… y no, las personas no…”, como que hay una “sensación” o “un actuar como” o “un sentir como” de, a veces, alguien que no está. Que es pero no está, ¿no? Que por momentos aparece, porque de hecho está presente… hemos hasta tenido nuestras discusiones, nuestras “petit” discusiones, por lo cual “fantasma: no”. Pero digo, por momentos ¡da esa sensación! Porque vos a veces observás un poco la vida… no sé si vos te das cuenta.
–Mh. Pero… si dijéramos que uno nace con treinta y pico de años.
–Mjm.
–Y te dicen “bueno, éste es tu rol” y vos decís “bueno”, y lo asumís como algo que podes hacer o no, pero…
–Sí.
–Pero si es como lo primero que reconocés como tu existencia… ¿cómo te lo sacás de encima?
–Con laburo, laburando mucho.
–¿Vos creés que es realmente posible?
–Yo creo que sí… si no, no estaría acá sentada.
–Yo no creo que sí –repito con una sonrisa de publicidad–. Yo creo que uno puede fabricarse otra cosa y empecinarse en creer en eso y llevarlo adelante, todo precioso, pero que si te cortaron un dedo cuando eras chico, ese dedo no te va a volver a crecer.
–No, pero podés hacer otra cosa con lo que te queda.
–Eso sí. Pero ese dedo no te va a volver a crecer.
–No. Pero por ahí te acostumbrás a no necesitarlo. Uno, de alguna manera… bueno, eh… Es verdad que nos tocan cosas en la vida, algunas nos tocan mejores… algunas nos tocan peores… –estira las palabras mientras se arrima a la mesa y queda apoyada sobre los codos con las manos cruzadas entre sí–. Uno nunca sabe lo que le va a tocar a lo largo de… pero, me parece que el tema es qué hace uno con lo que le tocó. Sí, la verdad es que tu mamá… es difícil. Y no sé si hasta no está enferma, sinceramente, ¡con las cosas que me contás!, ¿no? Eh… ¿tu hermana? Es jodida –se ríe y vuelve a apoyarse en la silla–. Uno no diría que está enferma, pero… puede llegar a enfermar a los que tiene alrededor. Es lo que te tocó, sí. Uno diría “la verdad no te han tocado las mejores compañías”.
–Pero, ¿hasta acá? Hasta acá siempre fue que “todas nosotras fuimos víctimas del que realmente está enfermo y es malvado”, que es mi padre.
–¡No…! Me parece que no es que sea así. Me parece que a vos te tocó eso…
–No, no, pero esta reunión familiar…
–Aaaaah… –dice largamente.
–Fue casi una especie de “bueno, okey, nos juntamos todos de vuelta. Vos volvé, volvé a tapar el agujerito acá y volvamos a ser la familia feliz que fuimos (que nunca fuimos) porque en realidad el que tiene la culpa es tu padre, que encima ya no está”. O sea, ¡ya está! ¡Se solucionaron todos los problemas!
–Y vos, Clara, si vos tuvieras que pensar “qué le pasó a tu papá”, ¿te lo podés imaginar?
–¿A mi papá?
–Uhum. ¿Por qué se fue? Porque tu mamá te dice “se fue con su mamá”, pero bué... ¿Vos qué pensás? ¿Por qué se fue?
–Mirá, si yo pienso en mi papá ¿más allá de las hijas?
–Sí.
–Digo: “se hartó de mi mamá”. Pero yo pienso en mi papá como una persona que tuvo hijos, que no solamente abandonó a sus hijos con esa persona de la que se hartó sino que ¡las dejó en el peor lugar…! Porque se está yendo de un lugar que no soporta y dejó a sus hijos ahí... Y no solamente eso sino que cuando uno de esos hijos fue a buscarlo se hizo el boludo… –termino de hablar con los ojos muy abiertos y las cejas muy altas.
–¿Vos lo fuiste a buscar y él se hizo el boludo?
–¡No me llamó nunca! Y la vez que me llamó fue para preguntarme por mi hermana, o sea…
–O sea, lo fuiste a buscar a la casa de tu abuela.
–No lo fui a buscar. Hablé por teléfono dos o tres veces en mi vida –nos quedamos en silencio, mirándonos y diciendo que sí con la cabeza.
–Y cuando vos lo llamaste ¿Qué dijo?
–Entonces ahí es donde pienso… al final no puedo decir “mi madre es tan insoportable que hizo que mi padre se fuera”. Bueno, sí, puede haber… o sea, es obvio que hay algo de eso, pero tampoco… este tipo… ella tal vez era tan insoportable porque este tipo no se hacía cargo de nada.
–Sí, de hecho digamos uno puede separarse de una mujer, de un esposo, de un marido y no del chico. No tiene que ver una cosa con la otra.
–Por eso, entonces digo, al final mi vieja que hablaba de que mi papá no se hacía cargo de nada, que nunca se hizo cargo de nada… y la verdad es que él no lo desmintió con absolutamente nada de lo que hizo. Entonces… yo siento que no me tocó ningún angelito por ningún lado. No puedo justificar a ninguno de los dos. Yo no sé si es que el tiempo y los años hicieron que fueran como… empeorando.
–¿Quién?
–¡Los dos! Ninguno de los dos, o sea…
Dejo de hablar y me acomodo en la silla. Ella hace lo mismo. Desde la nueva posición el ambiente parece distinto, el aire parece haberse movido y modificado las cosas.
–¿De qué murió, sabés?
–No.
–¿Cuánto hace que murió?
–Cuando vine acá.
–Claro, que vos te habías enterado, me acuerdo.
–Cuando hablamos por teléfono era casi la misma…
–Ahora ella te llamó para decirte eso.
–Sí, no hablábamos hacía mil años y me llamó para avisarme. O sea, no hablábamos desde la última vez que yo la había llamado, ella no me volvió a llamar nunca. O sea, ella nunca me llamaba, era siempre yo. Un día decidí no llamarla más y el primer llamado que recibo de ella ¿después de meses? es éste –respiro hondo, me arreglo el pelo y vuelvo a la posición en la que estaba antes–. No y… no sé, la vez que yo hablé con él, eh… mi conversación con él fue como… como si yo lo hubiera llamado todos los días de toda mi vida y le hubiera hinchado las pelotas como mi vieja a mí cuando yo hablaba con ella, que yo hacía así, tipo “bueno, ahora viene media hora” –digo con tono de hartazgo–. Y hablaba media hora y después de media hora, “bueno, listo. Bueno, que te mejores. Chau”. Lo mismo.
–¿Lo llamaste? ¿Y qué le dijiste?
–No sé. Le preguntaba por él, no me acuerdo, fue como muy catártica mi…
–¿Hace mucho que lo llamaste?
–Era adolescente. Me acuerdo que él…
–¿Lo llamaste y…?
–Era como… por momentos yo le decía “¿hola?”, porque no sabía ni siquiera si estaba ahí y…
–¿Tenés tíos, abuelos?, gente que… ¿familiares? Aparte de tu mamá.
–No. Lo más familiar que tengo son los parientes del marido de mi hermana.
–Ah.
–Que están en Venado Tuerto.
–O sea que “nadie” digamos.
–Tengo unos ¿primos? En Rosario que… no sé qué, ni idea.
–O sea que la versión de tu mamá nadie te la pudo completar, porque de alguna manera cuando ella te dice “se fue a estar con la madre”, no tuviste otros familiares que te dijeran “mirá, se fue por equis cosa”, no hubo otra imagen.
–No, no, no, pero aunque alguien me diga “tu papá se fue porque era imposible la vida con tu madre”, que le creería todo, para mí, sinceramente, tuvo mucho tiempo para demostrarme que…
–Para estar con ustedes, ¡claro!
–Para decirme algo, lo que sea, ¡y no hizo nada! Entonces… no hay nada.
–¿Y por qué pensás que esta actitud de él, o de tu mamá, te coloca a vos en ese lugar? En ese lugar de no poder hacer nada. Con eso.
–¿De no poder hacer nada con eso?
–Claro, vos decís en un punto “bueno, yo creo que si te pasó determinada cosa ya está, te pasó, no podés hacer nada”.
–No, no, no. No. Yo estoy diciendo que… No sé, hay ciertas cosas que son así, ¡y son así! Y no las podés cambiar, y no las vas a poder cambiar nunca.
–No. Lo que pasó con ellos no lo vas a poder cambiar nunca. Él ha sido como ha sido y tu mamá es como es y tu hermana lo que es y… y no sé si se puede cambiar. Coincido.
–Y no hablo de cambiarlas a ellas. Hablo de lo que le pasa a uno con todo eso.
–¿Te hace mal? ¿O qué?
–No sé si es que me hace bien o me hace mal: es mi realidad. Y la verdad es que no me alegra.
–¿Por qué?
–Y ¿a vos te alegraría? –hace un gesto forzado de simpatía–. No sé, en un momento estaba en esa reunión familiar y… parecía una puesta en escena. Estaban todos así como… –me acomodo en la silla y me quedo un segundo inmóvil–. Y me… casi que me hacen el gesto de “bueno, ahora te toca a vos la parte en que tapás el agujerito que te corresponde, ¡dale!” –ella se ríe un poco–. Como una cosa así.
–¿Firmaste?
–Sí, pero ni entendí qué era. Probablemente haya que firmar algo más.
–¿Por qué no entendiste?
–Porque… está haciendo cosas que no sé ni qué son, como… es más de telenovelas que otra cosa.
–¿Por qué? ¡No! Pero no es de telenovelas, porque… a ver, ella estaba casada con tu papá y le corresponde una pensión, por ejemplo.
–¿Será?
–Y de repente si a tu abuela le pasa algo… no sé, esa casa es de ustedes.
–No, hasta que a mi madre no le pase algo…. Y no creo.
–¿Lo de tu papá? No. Lo de tu papá es mitad de ustedes, mitad de tu mamá.
–Aparte hay que ver si existe mi abuela, si existe algo de mi abuela, si existe…
–¿Y por qué decís “yo no sé nada”? ¿Porqué no sabés nada? ¿No te podés informar vos también?
–Es que no me interesa, la verdad.
–¿No te querés quedar con nada? Si es que hay algo…
–Es que… imaginate que, primero, no me gusta encontrarme con toda esa gente y todas esas cosas y qué sé yo…
–Sí, eso lo entiendo –levanta la mano me muestra la palma con la intención de que no me explaye mucho sobre ese tema.
–Imaginate que mi hermana esta híper ultra interesadísima y si fuera por ella haría que yo desaparezca “ya”, para que… ¿entendés? Entonces no quiero ni pensar en… o sea, si yo me pongo a investigar algo, lo que va a… No sé, no tengo ganas.
–Hay algo que es la legalidad y que no tiene nada que ver con lo que quiere o no quiere tu hermana. Tu hermana no es la legalidad. Hay una ley que dice que cada hijo hereda el cincuenta por ciento.
–Bueno, pero también…
–¡Eso es una ley!
–Esa es una “realidad” y está más cerca de los papeles que de mi realidad. Mi realidad es otra y es que apenas tengo la energía suficiente para levantarme de mi cama e ir a trabajar como para tener que ir a batallar con esta mina, que de todas formas…
–No sé si es “batallar”. Por ahí vos podés… a ver, yo no digo que vayas.
–Es lo de toda la vida… Ahora por ejemplo mi hermana está envejecida y la veo como… como que le está costando sostener ese papel de la chica dorada en el que estuvo siempre. Y es justamente porque no estoy yo ahí.
–Para compararse.
–Y… y es como que eso la vuelve… ¡peor!
–Ah. Como que no la ves bien. Está bien, pero dejemos de lado lo que le pasa a ella. Yo lo que digo es –vuelve a apoyar los codos en la mesa con toda la intención de ser clara y convincente–, eh… A ver, ¿cómo te lo digo para que no… no suene feo? Esteee –se ríe un poquito–, eh… Lo que me pregunto yo es por qué dejarle, ¿no?, siempre… ganar a ella.
–Es que ni siquiera sé si existe algo que ganar.
–¿Y si hay algo económico? Que a vos te vendría bien…
–¡Pero es que no sé si hay!
–De repente para… imaginate…
–Imaginate que mi mamá está ahí haciendo toda esta cosa espantosa, investigando, para ver si hay algo o no.
–Pero está bien lo que hace.
–O sea, yo voy hasta ahí y no se sabe si hay algo o no. Entonces, ahora…
–Clara, a mí me parece que en eso, “en eso” al menos, es genuino lo que está haciendo tu mamá, porque este hombre tuvo dos hijas y no se hizo cargo. Y si hoy por hoy, este hombre…
–Pero mi mamá lo que está haciendo es que… ¡No tiene un mango! –hablo muy fuerte– y está en esa casa que casi no puede sostener, y lo que está haciendo es investigar a ver si hay algo que sacar de algún lado para comer, ¡eso!
–Bueno, a ver…
–O sea –la vuelvo a interrumpir con la voz ya muy elevada–, no es que está pensando en sus hijas o en hacer algo por sus hijas.
–Ya lo sé, pero indirectamente eso te conviene a vos. Entonces, a ver...
–Bueno, por eso, ¡que investigue ella! ¡Que se queme las pestañas ella!
–Pero no te desentiendas tanto del tema porque a vos sí te va ayudar eso, de repente para poder elegir si querés o no trabajar en el local. Por ejemplo –ahora habla con un tono sobrador, excesivamente didáctico–, si hay una renta, si hay una pensión, si hay algo, ¡el día de mañana te puede servir a vos! Entonces, no se trata tampoco de… de “acordar” con ellas que vos sos un fantasma y portarte como tal. Me parece que vos no sos un fantasma, que ellas necesitaron que estuvieras (que firmes) ¡y también tenés derechos! Entonces, me parece que está bueno que la primera que se… se… digamos, que se “permita” estos derechos, ¡seas vos! Si hay algo, lo va a haber, tanto para vos como para tu hermana. Si no hay nada, ¡no hay nada!
–Por eso, si hay algo ya me enteraré.
–Bueno, yo te digo…
–Bueno, pero yo no voy a…
–Nadie te va a ir a buscar, a golpear la puerta…
–¿Y si me golpean la puerta?
–¿Qué te van a decir? Mirá que tenés…
–Y pero… ¿y qué? ¿Cuando se hereda algo no llaman a los herederos?
–Hay que prepararse.
–¿Entonces qué?
–No sé si llaman a los herederos o no los llaman, no sé bien cómo es. Lo que a mí me parece es que no está mal lo que está haciendo tu mamá. Me parece que este hombre, tu padre, no reconoció que tenía dos hijas –desde afuera llega la voz de una mujer que habla muy fuerte, ella parece reconocerla por el gesto que hace–. Eh… la verdad es que… bueno, cuestiones que tienen que ver con la obligación legal, si querés, ya no afectiva. Si ella puede sacar algo de eso y es una ayuda, me parece bueno también. No importa el sentido que ella le de… Pero hay algo que les corresponde. Si está, claro. Y si no está, no está –chasquea los dedos–. ¿No? Me parece que… que eso está bueno que... que lo sostengas también. ¿Qué te cuesta de…? A ver, vos le reclamaste desde lo afectivo a tu papá.
–Pero hace como veinte años.
–No importa, pero lo hiciste, ¿no? Tal vez fuiste la única que se acercó desde un lugar desinteresado. Vos no lo llamaste para decirle “¡che, viejo, pasame plata!” –se ríe–. Lo llamaste para ver qué… qué había pasado, qué era de la vida de él. Y qué había pasado con todo. Y él no te respondió –me mira, espera y como no respondo sigue–. Eh… pero esto es otra cosa, esto-es-otra-cosa. Esto no tiene nada que ver con el voluntariado, con lo voluntarioso que uno puede ser con un hijo o con una… mujer. Esto tiene que ver con la realidad, y si hay algo heredado por él, va para ustedes. Es así.
–Igual, personalmente, no creo.
–No creés. No, puede ser que no. Ojo, por ahí no hay nada… por ahí, no sé, perdieron todo… –alarga las palabras mientras mira de reojo la pantallita del celular que está al costado del velador–… o tu abuela no le dejó nada… o lo que sea, ¿no? Hermanos no tiene él entonces, ¿no? Es único hijo.
–No.
–Es una familia muy chiquita. ¿Y tu mamá no tiene hermanos tampoco?
–Se ve que nadie quiere a nadie…
–¿Y tu mamá…? –pregunta entre risas.
–Sí, tiene. Es toda esa gente que está en Rosario.
–¿Y? ¿No te das con ellos tampoco?
–No.
–¿Y ella también cortó relaciones con esa familia o...?
–¡Qué sé yo! No sé, medio como que… por lo que llego a ver, es como el pariente indeseable mi mamá.
–Ahora es… es indeseable ¿por qué? Porque…
–No, no, ni idea. Yo digo por lo que llego a ver, porque… qué sé yo, es el lugar que nos tocó ocupar.
–Sí, pero bueno –se la ve muy comprensiva.
–No sé, igual todo esto de reclamar y qué sé yo, es como que me acerca de vuelta a esa, esa especie de pantomima, de puesta en escena, en la que yo tengo que estar ahí y… ¡es realmente difícil! Porque lo que están esperando o… el lugar que está disponible para mí, el único desde donde se me escucha, es el de “bueno, dale, ponete a la sombre de tu hermana para que empiece a brillar de vuelta”.
–Sí, igual me parece que, digamos, vos podés negarte como otras veces.
–No sé. ¿Vos crees que mi mamá es como… una persona que se interpuso en mi relación con mi hermana?
–¡Es probable!
–¿Que nos enemistó?
–Es probable… Algunas veces las madres hacen eso con sus hijas.
–¿Para qué?
–Eso depende, ¿viste? Cada uno… ¿Vos por qué pensás que se interpuso? Para competir… porque ella estaba sola…
–No, por eso te pregunto. Porque cuando éramos chicas nos peleábamos como chicos, por cualquier cosa.
–Sí –afirma con los brazos cruzados, recostada en su silla.
–Pero… después empezó a haber esta cosa en donde mi hermana era como la reina y yo era la que sostenía toda la escenografía para que ella sea la reina, una cosa así.
–Sí, no estás en un lugar fácil con ellas. Pero de todas formas me parece que, que el lugar que te estás dando ahora, para vos, tampoco es fácil. Y que vos tampoco te estás sabiendo armar un lugar. Entiendo lo que te pasó, entiendo que no es fácil, eh… pero me parece que... que bueno, se pueden generar cosas, ¿no?, más allá de tu mamá y tu hermana. No tiene discusión lo que me contás pero me parece que vale la pena que intentes hacer un movimiento, cambiar para poder correrte de este lugar. Me parece que bueno, la muerte de tu padre seguramente te abrió los ojos. Pero bueno, la muerte de alguien con el que uno prácticamente no tuvo relación, pero sabés que es tu padre, también es muy fuerte. Por más que no lo veas, por más que lo hubieras visto alguna vez.
–Y es como que se tornó irremediable, como algo que… que inconscientemente seguía siendo como una esperanza. Tipo “todavía tenés tiempo para venir y decir hola”. Y ya no tiene más tiempo. Ya no hay más. Por eso digo, tal vez antes de que se muriera, yo podría haber pensado en “sí, la verdad era muy difícil lo que pasaba ahí”.
–Pero, a ver, no quiero ser dura, pero… seamos honestas, si vos lo llamaste en la adolescencia y él no te contestó más, no te buscó, no... ¿Vos crees realmente que, aunque no se hubiera muerto, hubiera habido alguna posibilidad de relación con él?
–No, pero esto que te estoy diciendo es como una esperanza inconsciente, no es que yo diga “estoy esperando”.
–Vos en el fondo tenías cierta esperanza.
–¡No! Ni siquiera puedo decir que la tuviera, pero siento como si fuera irremediable a partir de su muerte… o sea, como que ya no existe ningún tipo de posibilidad de nada, pero mientras estaba vivo ¿quién sabe qué podía pasar? “Cae la bomba atómica –hablo como si se tratara una radionovela– y justo salimos volando y aterrizamos en el mismo lugar y quedamos juntos uno al lado del otro…” no sé.
–Claro, bueno, pero ni así con tu papá.
–Bueno, pero imagínate que… ¡Qué sé yo!
–Si ni siquiera “hola, ¿cómo estás?”
–Pero por mas fantasiosa que sea, es como una cosa que queda ahí de… de “posibilidad”.
–La posibilidad de tener un padre, ahí está. ¿No?
–Es como esa cosa… –froto los dedos de una mano justo en frente de los ojos en un gesto de estar palpando algo valioso entre las yemas.
–Como que, bueno, vos sabías que allá a la distancia había uno. Eh… ahora no está más. Esa es la realidad de lo que decís, entiendo lo que vos contás. Eh… Pero bueno, me parece que tu desafío es poder vivir sin padre y sin familia. Es un desafío.
–Después pienso, lo que yo estoy haciendo es…
–Vivir es “vivir bien” ¿eh?, no “vivir mal” –me interrumpe e insiste–, vivir es “vivir bien”. ¿No? Pensás que lo que estás haciendo ¿qué?
–Con mi familia, de decir “bueno, ya está, no los quiero más”... O sea, no quiero estar más ahí. Ni me interesa si me quedo o no me quedo con… ¡no me importa! Pienso que él habrá hecho eso. Y habrá dicho “y bueno, qué sé yo. Si el sacrificio es dejar estos hijos, ¡no los quiero!”.
–¿Sabés si volvió a formar pareja, otros hijos?
–No, no sé nada.
–Nada, no sabés nada. Y… a la casa de tu abuela no volviste a llamarlo nunca más.
–Es que nunca llamé a la casa de mi abuela.
–¿Y a quién? ¿Cómo lo ubicaste?
–Cuando lo ubiqué, sí. Pero no, nunca más. Y después, la vez que me llamó, me llamó desde un celular. No lo sé.
–Y te llamó de un celular, ¿de eso cuánto hace?
–Un montón. Para hablar de mi hermana, no sé.
–Para hablar de tu hermana.
–Que tengo la idea de que la habrá llamado alguna vez… y lo que yo construí fue que yo lo llamé, no hablamos más y, nada, mi hermana siempre había sido como la más linda, la más inteligente, la más brillante, qué sé yo. Y habrá dicho “¡ay! ¿Qué será de la vida de la otra hija?” Y la habrá llamado…
–Claro.
–Y la otra hija, al recibir esa parte, eso que demuestra un poco más de…
–No sabés si la llamó.
–Un poco más cariño que…
–Pero ¿qué pasó? ¿La llamó?
–Me imagino que la habrá llamado y que ella lo habrá tratado muy mal. Entonces el habrá dicho “no la puedo volver a llamar”, entonces después de años me llama a mí para preguntarme como está ella.
–¿Y cómo fue el discurso en el llamado, qué te dijo?
–No me acuerdo. Fue como “hola”, “hola”, como si hubiéramos estado hablando todos los días, y yo estaba muy sorprendida y me dice “bueno, y ¿sabés algo de tu hermana?”.
–Yo creo, Clara, mirá… creo que… que vos te haces un armado de… de porque te dijo las cosas… Vos no sabés por qué te dijo lo de tu hermana. Tal vez te preguntó por tu hermana porque…
–Yo creo que todas las personas interpretan y es inevitable.
–Y yo creo que tu papá no era tu mamá. Y el lugar que le dio tu mamá a tu hermana, se lo dio tu mamá, no tu papá.
–Pero eso se lo venían dando desde…
–¿Desde siempre fue así?
–¡Y sí! Yo veo las fotos de cuando éramos chiquitas y mi hermana es como una princesa y yo soy como un nenito –cuando termino de hablar ella exhala una risita.
–Tu papá, ¿qué te acordás de tu papá? De cuando eras chiquitita, ¿nada, nada, nada? ¿Ni un poquitito, ni una escena, nada de nada?
–No, se iba siempre a… como a una… Estaba siempre como trabajando. No sé.
–No lo veías nunca. Pero sí recordás a través de fotos, o ves las fotos y decís “ah, mirá, a ella le dieron el lugar de princesa”.
–Tampoco hay muchas fotos –la interrumpo–. Hay una que es en la cocina donde yo parezco un pibe todo rotoso y ella una princesa, con vestido, pelo largo, peinada.
–Pero esa era tu mamá seguro, que las cambiaba, las… ¡los chicos no se visten!
–Qué sé yo, se supone que yo era muy revoltosa y ella era más así, más…
–También, puede ser. Pero también había algo de tu madre tal vez, ¿no? Que hacía esas diferencias. No lo sabemos, pero pareciera que sí. En general son las madres las que cambian a las nenas, más que los padres.
–Bueno, pero a él le habrá quedado el recuerdo de “ay, hay una que es de oro y la otra…”
–Eso es todo el armado que vos te haces. Yo no sé si tu papá te llamaba para eso. Se entiende esta relación que vos hacés… Pero no sabés, creo que lo más difícil de todo esto es que no sabés nada de tu papá. Eso es lo más difícil. Y que es verdad que se murió, y que es verdad que no vas a saber más de él. Porque además no tenés contacto ni con tu abuela ni con algún amigo de él, no, no… no hay para armar esta historia. Pero las interpretaciones que vos me das pueden ser, como pueden no ser. La realidad es que no estuvo ni para vos ni para tu hermana. No es que para tu hermana estuvo y para vos no. Tampoco estuvo para tu hermana, no estuvo para las dos. Y tu mamá estuvo a su manera para las dos, ¿no? Pero tampoco es para tenerle lástima por eso. Uno cuando tiene hijos, quiere estar con los hijos, en el mejor de los casos, esteee… elige eso. No es tampoco para hacer un monumento a alguien que se quedó con dos hijas. Yo digo que tiene que ver con la responsabilidad. Y con el amor. Entonces, tampoco daba para esta frase que usaba siempre “yo me quedé con ustedes” o algo así, ¿no? ¿Qué les decía? –me mira inquisidora–. Y sí, ¿y? –se ríe–. ¿No? Porque es así, tuvo dos hijas, las crió. Sí, es natural, digo. Pero tampoco es… ¡para hacer un monumento! Pero estuvo, ¿no? Hay como más elementos. O sea, de tu mamá te podés quejar, de tu papá está difícil quejarse porque lo que está es la ausencia. Te podés quejar de la ausencia pero... ¿de las cosas que hizo? Si no sabés qué hizo en realidad. Y lo poco que hizo fue preguntarte por tu hermana por teléfono, y eso dio lugar para un montón de interpretaciones, ¿no? Para vos.
–Dame una buena interpretación de eso.
–No, no, yo no voy a dar ninguna interpretación. Yo lo que digo es que vos le diste esta interpretación y me parece que eso te marcó a vos.
–¿Cabe ahí otra interpretación? O sea, ¿cabe una interpretación amable? Una interpretación de "¡ay! Me quiere tanto que me llama para preguntarme por mi hermana”.
–Pero tu papá… Lo raro es que te haya llamado, ¿no? O sea, es raro el llamado, ¿no? Después de un tiempo, como en un día descolgado el llamado, ¿viste?, descontextualizado. Ese llamado parece que te abrió más dudas que certezas.
–Pero aparte de decir “¿y ahora me llamás? ¿Para qué me estas llamando?” A eso se le suma “¡ah! ¿Y me estás llamando para preguntarme por mi hermana?”.
–¿Le dijiste eso?
–No, no sé lo que le dije.
–Ah…
–Qué sé yo...
–Y después de eso no hablaste más. Nunca.
–No.
–¿Y qué le dijiste de tu hermana? ¿Qué está bien? O “¿no la podes llamar vos?” ¿No le dijiste nada?
–No me acuerdo, me imagino que le habré dicho que la llame.
–Bueno. Este… sí –acomoda los papeles que quedaron desparramados sobre la mesa–, este… me parece que bueno... que... de todo esto rescato que… yo me había olvidado que tu motivo de consulta era un poco por este tema, ¿no? Un poco por… contándome de la muerte de tu padre, cómo te… –golpean la puerta–, cómo te lo habían comunicado –me mira seria mientras habla muy fuerte para el que golpeó–: ¡sí, ya estoy! –vuelve al tono más bajo–. Cómo te lo había comunicado tu mamá… este…
–Sí.
–Bueno –se levanta muy rápido de la silla–, ¿seguimos la próxima, dale?, ¿te parece?
–Bueno.
Antes de abrir la puerta apoya una de sus manos en mi hombro con gesto pensativo.
–Ehm… –de repente me mira con una sonrisa enorme y habla con un tono muy alegre–. Llamame cualquier cosa en la semana si querés que nos veamos antes, ¿eh?
–Bueno.
Nos damos un beso. Tiene una mano en mi hombro y la otra en el picaporte.
–¿Sí? Porque hoy hablamos muchas cosas y, como estuviste mucho tiempo sin venir y todo… cualquier cosa me mandás un mensajito y nos vemos, ¿eh?
–Bueno.
–Bueno, Clara, cuídate –abre la puerta–. Nos vemos el lunes.
–Bueno, gracias –respondo mirando al paciente que está a punto de entrar–. Chau.
–Chau. ¿Qué tal?
–Buenas –responde el hombre que va a ocupar la misma silla en la que yo estaba sentada hace un segundo.