Sesión 9: Dormir todo el día














· Las entrevistas en Rosario
· Continuar el tratamiento
· Volver y cambiar
· Dormir todo el día
· El derecho de piso
· Debería ir al médico
·¿Mucha mala suerte o muy buena suerte?
· El retorno a la familia

Lunes 5 de noviembre de 2012

Llego con el tiempo justo para pagar el bono y entrar. No vengo hace dos meses. Desde la puerta del Centro miro cómo ella camina por el pasillo hasta su consultorio, cuando la veo meterse me acerco al mostrador y pago. Pregunto si la licenciada B. ya está y me dicen que sí.
Golpeo. Me habla pero no termino de escuchar bien. Abre.
–Hola, Clara –me dice sin asomarse.
–Hola.
–¿Cómo va? ¿Bien? –nos damos un beso en la mejilla–. ¿Cómo estás? –me pregunta con simpatía.
–Bien, ¿vos?
–Bien… –cierra ruidosamente la puerta y yo ya estoy sentada–. Te mandé un mensajito… así confirmábamos.
–Sí, por las dudas. Yo te iba a mandar también –ella se ríe y se corre el flequillo para un lado–. Te traje esto –le doy el bono.
–Bueno, bárbaro, Clara –usa un tono de locutora. Agarra el papelito y lo pone al lado de otros iguales que están debajo de su celular.
–¿Cómo va?
–Bien.
–¿Bien? ¿Cómo andás, tanto tiempo…?
–Tanto tiempo… ¿no?
–¡Mj! ¿Cómo estás?
–Bien… –ya usé todas las entonaciones posibles para responder a esta pregunta.
–¿Bien? ¿Cómo te fue?
–Ehm…
–¿Te fuiste al final a Rosario?
–Sí, estuve un montón allá.
–¿Cuánto tiempo te fuiste?
–Y… un mes… –baja el mentón sin dejar de mirarme–. Unos días más, sí.
–Mjm… ¿y?
–Y… no sé, pensé bastante, trabajé muchísimo.
–Mh… –me mira fijo, mueve la cabeza como animándome a seguir.
–Y no sé… estuve pensando en… como en cambios, pero… volví acá y estoy como… terrible.
–Mjm, ¿volviste acá y qué?
–No es tan fácil.
–No es fácil. ¿Y qué cambios pensaste allá? ¿En hacer…?
–No, en realidad estuve viendo lo que hago, la gente con la que me manejo.
–¿Y?
–Me pregunto si existirá otra gente… –aprieta la boca y levanta las cejas, asintiendo–. Estuve viendo como… chicas, entrevistándolas.
–¿Y cómo fue tu trabajo? ¿Cómo te resultó?
–Mh… muy manejable.
–¿En qué sentido?
–Y… que lo puedo hacer tranquilamente. Pero… no sé, es que hay mucha disponibilidad, entonces uno puede manejar esa disponibilidad .
–¿Hay mucha disponibilidad de qué? ¿De chicas que quieren hacer eso? ¿O de qué?
–No, las chicas están muy disponibles.
–Mjm –espera, no respondo–, ¿en qué sentido muy disponibles?
–Hay como algunas cuestiones básicas en las que dicen “bueno, esto tiene que ser así”, lo que es básico y es así, pero después… es como… no sé, cada uno con sus cosas, ¿no?, pero hay algunas que… es porque no les queda otra, y otras porque… no entienden nada.
–Mh… o sea, te diste cuenta que responderían a esto la mayoría de las chicas que iban: o que no entienden nada o que no les queda otra.
–Más o menos, sí.
–¿Y vos cómo estás? Mientras hacías eso pensaste en hacer algunos cambios…
–No, mientras hacía eso no.
–Ah.
–Ese trabajo no estuvo taaaan mal, porque es gente que no conozco y que tal vez no vuelva a ver.
–Mjm.
–Y me dediqué a ser lo más sincera posible, o sea, si no me preguntaban les decía solamente lo que tenía que decirles, pero si me preguntaban les decía lo que yo pensaba.
–¿Y qué les decías?
–No sé, una por ejemplo me preguntaba si de ahí iba a poder hacer otras cosas… no sé, como si eso fuera una escalera hacia una carrera… muy fantasiosa.
–Claro.
–Entonces yo le decía “bueno, la verdad es que no creo… y si se da es porque vos querés que se de por otro lado, porque esto no es ni un escalón ni nada”.
–Claro –dice, totalmente de acuerdo, apoyada en su respaldo con los brazos cruzados. Está un poco despeinada y tiene un gesto cansado. No parece estar pasándola bien.
–A lo sumo… como que le podía servir para tener unos mangos y hacer otra cosa, pero…
–Claro, como hacer algún curso de algo que le guste, o aprender algo…
–Algo –resumo cortante.
–¿Y qué…? ¿Una actriz? ¿O qué quería ser?
–Mh… y medio como que quería contactarse con gente y que la vayan…
–Y vos ahí es donde te referís a ser sincera, como me venís contando ¿no?
–Y qué sé yo… como que no… o sea, la gente que va ahí no va a salvar gente.
–No va a hacer un casting.
–No… pero aparte, la gente no va a “salvar gente” –acentúo con desprecio.
–Claro.
–O sea, lo que menos quieren es que les pidan ayuda… –insisto.
–Claro, tal cual… ¿Y cuándo te planteaste eso de “cambiar”? –acentúa la palabra mientras hace un movimiento en su postura.
–¡Hace un montón que me lo vengo planteando!
–Sí, de hecho es la pregunta con la que viniste… ¿no?
–Mh.
–Pero digamos, allá ¿qué es lo que te preguntaste? ¿Qué es lo que te planteaste?
–Y… que ya estoy cansada, quiero hacer como un cambio… –el celular que está arriba de la mesa se enciende, lo mira, lo miro–. Que no sé si… por lo que veo no es tan fácil como… –hablo entrecortada, ella levanta el celular, pone mi papelito con el resto y vuelve a apoyar el celular sobre la pila de bonos– de un día para el otro dedicarse a ser otra persona. Pero… cambiar cosas en mí primero.
–Mjm –vuelve a encenderse el celular–. ¿Como qué? ¿Qué te gustaría cambiar?
–No sé qué me gustaría, pero ¿qué me gustó? Me gustó por ejemplo no decir nada que yo no pensara.
–Y esa fantasía o idea que había surgido en relación a las chicas que en un momento me habías comentado antes de irte, esto de “bueno, la verdad es que me doy cuenta que…” como que eran bastante manejables, como que vos por ahí podías hacer algo con eso… ¿seguís con esa idea? ¿O…? –prolonga la “o” esperando una respuesta.
–Es que medio es… es el lugar… De hecho si yo me fui a Rosario es porque hacer eso es el lugar que yo ocupo ahí.
–Mh… de “manejar” digamos.
–Mjm.
–Y… ¿cómo te hizo sentir eso? ¿Te gusta? ¿Querés hacer eso? ¿No te gusta? ¿Querés otra cosa para vos…?
Suspiro.
–Y, la verdad es que… –bostezo–, preferiría como… cambiar eso, porque… me quedo sin energías.
–¿Te saca la energía? ¿El trabajo?
–“Ése” trabajo. Y me saca también la capacidad de creer en la gente.
–Mjm.
–No sé, voy al kiosco a comprar algo, el tipo me habla y ya siento que me está tratando de vender otra cosa que yo no quiero.
–¿Cómo, cómo…? No te entiendo.
–Cosas absurdas yo ya las vinculo con la gente que manipula –me mira raro–. En cierta manera hay un poco de eso en todo, por ejemplo un vendedor que no tiene algo y te dice que otra cosa es mejor…
–Clara, ¿y conmigo te pasó eso en algún momento? –de repente se acerca a la mesa entusiasmada–. O sea, ¿sentiste como que… conmigo sentiste en algún momento que yo te podía manipular? O digamos, ¿conmigo te sentiste incómoda? ¿O sentiste que yo te podía juzgar? ¿Cómo te sentiste en el tiempo que viniste antes de ahora?
–No. Porque este lugar lo tomo como… –hago una pausa larga, nos miramos–. Yo no te debo nada y vos no me debés nada a mí.
–¿Pero no te sentiste entonces manipulada… o sentiste que te decía algo que te hacía pensar que te estaba manipulando?
–Sí, claro. Mh no, bueno… no sé, si lo analizo puedo decirte.
–¿A ver?
–Antes de irme a Rosario.
–Sí.
–En un momento vos estabas como enojada porque yo no le daba importancia al lugar y qué sé yo.
–¿Que no le dabas importancia a…?
–A este espacio.
–Ah… ¿yo te dije eso? –se ríe.
–Y porque decías por ejemplo… –y empiezo a hablar muy rápido, parezco una máquina– que un día te enfermaste otro día te fuiste de viaje otro día no sé qué y no sé cuánto no venís hace un mes y ahora te vas al final qué estás haciendo y no sé qué tal vez sería bueno no seguir con la terapia y no sé qué más.
–No me acordaba que te había dicho eso… ¡Mirá qué…!
–¡Claro! Y me decías “bueno, si vas a ir ahí al final es seguir con lo mismo…” Entonces yo, en un momento…
–¿Dije eso? ¿Yo? –se aprieta el pecho con una mano mientras se tira contra el respaldo de la silla, pareciera como si se hubiera empujado hacia atrás.
–Algo así, no me acuerdo pero…
–No, no… ¿yo?
–Fue así, o yo lo interpreté así.
–¡Ah! –suspira aliviada.
–Como que iba para ese lado, como… “pero al final estás haciendo más de lo mismo si vas”, “me estás diciendo que querés dejar y estás yendo”.
–Ah, te marqué como una…
–Y me acuerdo que yo te dije que estabas viendo toda la parte negativa de hacer ese viaje y no la positiva.
–¿Cómo, cómo?
–Que ese viaje podía ser para mí…
–Sí, que te saqué el tema del turismo en Rosario, de eso me acuerdo .
–Sí, no sé…
Se ríe tirando la cabeza para atrás. Después se sienta de costado en la silla apoyando el codo en el respaldo.
–Como a mí me encanta Rosario –dice alegre, entre risas–, yo te hablé del turismo…
–La verdad es que no hice mucho… nada.
–No hiciste mucho nada… ¿laburaste?
–Trabajé y de día no tenía muchas ganas –digo, bostezando.
–No tenías ganas de salir. Este…
–Aparte es una ciudad, no es que estás al lado de la playa y decís “bueno, ok, voy a la playa”.
–Y sí, es una ciudad, no es Buenos Aires pero…
–Y no me daban ganas de salir.
–No te tentaba. Estem… y… y bueno, más allá de eso que me contás, que vos lo viviste así, como que yo estaba enojada y te decía todo eso.
–Sí... bueno, no. Eso tampoco lo veo como “manipulador”. Simplemente…
–No, no, no, no.
–Me dijiste “¿vos te sentiste juzgada?” o qué sé yo… Ni siquiera lo veo como si me juzgaras ni nada, sino… como que es difícil salirse de la interpretación de uno.
–Sí.
–Me imagino que para vos también debe serlo.
–Seguro, seguro… y recordar, es todo un trabajo.
–Mjm.
–Mjm –repite mi gesto–. Pero digamos, eh… me parece que en un punto es posible que vos a veces estés un poco a la defensiva…
–Yo soy consciente de que estoy absolutamente a la defensiva, que ni siquiera sé si es a la defensiva… más bien todo el tiempo estoy relativizando todo.
–Mjm. Y yo también por ahí, creí entender que cuando vos me hacías algunas preguntas, tipo “¿qué pensás vos de la mentira?”, que yo en un punto no te las respondí por ahí como vos esperabas, tal vez… ehm…. digamos… desde vos ponías cierto grado de confianza en mí preguntándome eso, me parece que no lo hiciste por un mero “a ver, decime”, sino como una cosa de… de alguna manera confiar en lo que yo te podía decir, ¿no?
–Y… es como pedirte una ayuda para pensar en algo.
–Mjm… bueno, está bien. Yo te sugiero que… que no… que si yo en algún momento no te contesto algo, muchas veces puede ser porque no lo sé, y realmente… –se ríe–, y otras veces puede ser también porque no… en realidad, de alguna manera, está bueno que lo pensemos juntas, pero sobre todo que lo pienses vos. Ése es el trabajo que vos…
–Pero viste que cuando… –la interrumpo–, yo eso lo entiendo, pero viste que cuando a veces estás pensando en algo y todo el tiempo estás en loop… –digo, mientras dibujo un círculo en la mesa con el dedo.
–Te enroscás…
–Que siempre pasás por el mismo lado y se hace como re… no podés salir de ahí, entonces que alguien te diga algo no significa que vas a pensar eso.
–No… es una ayuda…
–Simplemente es como que te corre de lugar y bueno…
–Está bien lo que me decís, por ahí está bueno… estem… Bueno, yo te quería decir que, la verdad es como que venías en el último horario no pasé la carpeta como dándote de alta, o sea que por eso te pude esperar, porque si paso la carpeta la verdad es que ya no…
–Claro.
–Y la verdad es que me pareció que era una pena –habla con la voz cada vez más alta– cerrar sin cerrar, ¿entendés? Como que no es que “llegamos a algo”, en realidad tuviste que dejar de venir –parece hablando para alguien que estuviera escuchando del otro lado de la puerta–. Me parece bueno que trabajemos… viste que los tratamientos en Centro Dos promedian los seis meses, con lo cual desde que empezaste a ahora ya vamos llegando a los seis meses…. tendrías que dejar ahora porque ya estamos llegando a los seis meses. Pero bueno, en el medio no viniste, en el medio… –me mira con una sonrisita forzada–. Yo diría que trabajemos hasta fin de año, aproximadamente, o hasta que yo me vaya de vacaciones, no sé si vos te vas a tomar unos días… o si seguís trabajando igual, todo de corrido…
–Es que no sé si voy a seguir trabajando ahí tampoco.
–¡Bueno! ¡Bueno! Se está poniendo interesante… –se ríe–. Pero digamos –vuelve a tirarse para atrás, se despeja la cara con una sonrisa, como si saliera de abajo del agua–, yo estoy hasta el veinte de enero.
–Hasta el veinte y después…
–Después me voy unos días… después vuelvo. Yo diría que trabajemos juntas, vayamos viendo, ¿sí? Y después… bueno, veamos en qué momento hacemos un cierre en este proceso, ¿no? Estem… pero bueno, no me parecía todavía para cerrar, ¿no?
–No.
–Y me daba pena que te quedes sin el espacio porque sé que… ehm… estas preguntas, estas cosas que vos a veces traés demuestran interés, demuestran laburo, no es que vos venís acá porque sí. Entonces me parece que está bueno que sigamos un tiempo más, ¿mh?
–Buenísimo, a mí también me parece bien.
–Seguro, sí –escuchamos el chirrido de una puerta y después cómo se cierra ruidosamente. Ella me sonríe con simpatía y yo hago lo mismo–. Y contame eso de que no sabés si vas a seguir ahí… ¿estuviste viendo otra cosa?
–¡Pero antes de irme ya tenía ganas de…!
–¡Sí! Ya sé que tenías ganas…
–Pero en estos días que volví tuvimos que cerrar algunas cosas… o sea, nada, estaba la gente de acá que estuvo un mes sin todos… sin estos tipos y yo, y estaba todo medio como… raro.
–¿Sí?
–Había como que reordenar cosas .
–Mh.
–Y ahora no sé… estaba viendo…
–¿Estabas viendo qué?
–¡Qué hacer!
–Mh. ¿Y qué? ¿Qué se te ocurrió? ¿Pensaste algo? ¿Surgió algo?
Suspiro.
–No. Por ahora lo más cercano que encuentro, como un cambio y algo posible, es trabajar… en un local –digo muy rápido.
–¿Trabajar…?
–En un local –repito desganadamente.
–De ropa…
–Por ejemplo.
–¡Estaría bueno!
–No es lo que más me gusta, me parece bastante chato.
–Mh no, ¡puede ser divertido! –dice, para entusiasmarme.
–Si sos un poco cínico puede ser divertido.
–¡Yo trabajé en un local de ropa y me divertía! Cuando era… –y hace un gesto con la mano que hace pensar en muchos años atrás.
–¡Bueno! ¡A los diecisiete años, veinte…! Puede ser…
–Tenés razón, es verdad… no es lo mismo a los treinta, veintiocho que… ¿vos cuántos tenés? ¿Treinta y algo?
–Sí.
–Todavía sos joven… me parece que puede ser un trabajo que te puede dar otro… trabajo, ¿no?
–Esperemos que sí.
–Seguro.
–Bueno, por ejemplo con lo que yo les decía a estas chicas, me encontré con que “yo” pienso de otra manera de la que pensaba que pensaba.
–Sí…
–Ellas me preguntaban estas cosas, yo les contestaba lo que pensaba… y creo que si llevo lo que pienso a mí misma, bueno… no es tan difícil.
–No…
–Pasa que es más fácil con los demás… es más claro.
–O sea, que te costó menos decírselo a ellas que decírtelo a vos misma, por ahí… en un punto, ¿no?
–Y es que a ellas les decís eso y te dicen “ah, bueno, está bien” –digo con voz de dibujito animado–, en cambio a mí, me lo digo y yo digo “ah, sí… bueno, pero tatatá, tatatá…” –voy señalando con los dedos de una mano los de la otra, como enumerando.
–Claro, bueno… obvio, tenés que seguir viviendo vos, tenés que pagar tus cuentas, comprar tu comida… ¡es así!
–El-al-qui-ler…
–El alquiler… ¿cómo andás con el alquiler? ¿Lo estás pagando?
–Y el trato era que ellos me pagaban el alquiler y yo iba allá y nada, los viáticos…
–¿Y te lo pagaron?
–Sí, de hecho antes de irme lo pagué con lo que me dieron.
–Bueno, está bien. ¿Y cómo estás de ánimo? ¿Estás durmiendo bien?
–Duermo mucho.
–Dormís mucho –dice, y pone gesto de compadecimiento.
–Tengo todo el tiempo ganas de dormir.
–Mh… ¿estás tomando? –contesto que sí con la cabeza–. ¿Mucho o poco?
–Y… allá no estuve tomando tanto.
–En Rosario no tomaste mucho. Y acá volviste y… ¿cómo fue volver acá?
–Y… volví y medio que no tomé taaaanto… estuve como medio… oscura, como bastante retraída, parecía como atrás de una cosa.
–Sí…
–Y no…
–Y no tomaste demasiado alcohol –me interrumpe, parece querer apurar lo que digo.
–No…. un poco, pero no. Lo normal.
–¿Qué es lo normal?
–Un trago –digo, despreocupadamente–. Lo normal.
–Un trago en tu casa sola o…
–No, no, allá, en el trabajo. No, a mi casa llego muy agotada y duermo. Me levanto, miro un poco así –me incorporo en la silla, miro para cada lado y me vuelvo a apoyar en el respaldo–, duermo de vuelta. Y así.
–Y después te levantás y te vas –digo que sí con la cabeza–. ¿Y tenés tiempo de hacer algo más? ¿O nada?
–No… pero también estoy durmiendo como nueve, diez horas.
–O sea que es trabajo y dormir, trabajo y dormir –dice esto haciendo gestos con la mano de un lado para el otro–. Ese es el punto, ¿viste, Clara? Es trabajar y dormir…
–Sí, pero por momentos me quedo así en la cama despierta y pienso… no sé… no sé. A veces pienso que estoy procesando algo.
–Mjm –dice con entusiasmo, levantando las cejas.
–Y que por eso estoy durmiendo así, tanto… Y que es algo que tengo que hacer. O sea, ¿qué voy a hacer? ¿Me voy a castigar?
–¿Te vas a…?
–¿Castigar?
–No, pero me parece que sí está bueno que…
–Porque cuando me levanto –la interrumpo– o me obligo a levantarme me siento realmente mal, me deprimo. Entonces me voy a dormir y ya, listo.
–Estás medio angustiada, medio deprimida…
–Qué sé yo… no sé.
–¿Y de qué te dan ganas? ¿Qué…?
–¡Es que es todo trabajo! Por ejemplo si digo “bueno, salgo”. ¿Adónde? Es un trabajo… salir y ver qué tengo ganas de hacer… No tengo ganas de hacer nada, ¿ver lo que hay en el mundo? Entonces…
–¡Pero así se te va la vida!
–¡Y bueno! ¡Qué sé yo! Me imagino que es un momento… quiero creer.
–Por eso la idea de cambiar de trabajo…
–Por lo menos para “al menos” hacer otro recorrido y en vez de que sea de noche sea de día y ver un poco el sol… no sé.
–Yo la verdad, Clara, queee… no sé, apoyo esta idea tuya de cambiar de trabajo. Porque aparte me parece que es un trabajo que a futuro tampoco se va a mantener, digo. Vos esto lo trajiste muchas veces. Es como vos decís, que estás medio… pero hay que ver.
–De hecho ya… con este viaje ya está. Estoy como instaladísima y…
–El tema es si este laburo te carga las pilas o te saca todas las pilas, absolutamente… y no te da tiempo más que…
–Y cuando estás ahí medio como que es… Nada, ser el jefe de todo es como… o sea, cada cosa que hacen te miran como para que vos digas que sí o que no –digo esto con un tono bastante nasal–. Es como que en el momento decís “ah, qué bien…”, pero después te vas y no pasa nada.
–No pasa nada y aparte… jefa de qué, ¿no? Como…
–Y… nada… la que decide.
–¿Te reditúa económicamente eso?
–Mh, no… sólo que me asegura que puedo seguir estando ahí. O sea, la diferencia…
–Claro, ya no habría problemas de edad ahí…
–Y yo ya me tendría que estar yendo si no fuera por esto.
Se ríe. Me pregunto de qué.
–Y… O sea… A ver… Me parece que en este punto, tu cambio de rol, por un lado –hace muchas pausas–, no es que es, eh… nada, puede ser un cambio positivo, y por el otro me parece que es como una trampa para vos, ¿mh? ¿No? Porque venías pensando desde un lugar…
–Pero engancha el lugar… los dos lugares son trágicos, porque uno es “uh, me fui porque ya estoy re vieja”, y me deprime. Y el otro es “me quedo” pero desde un lugar que es re choto. O sea, es como…
–¿Qué lugar es “choto”?
–Es como ir más abajo todavía.
–Mh, ¿pero en qué sentido es choto ese lugar?
–¡¿Y pero no te digo que soy la que está manejando a ver quién se acuesta con quién?!
–Ah. Re choto.
–A veces estoy “sí, vos dejale aquel a aquel” –estiro el cuello y señalo una escena que se ubicaría detrás de ella–. O sea…
–Te hace ruido. No es un lugar que te de paz –la miro con asombro–. Ni alegría…
–Bueno, tampoco es que… nadie es Jesucristo acá.
–No.
–No. Pero… es como… Me imagino que debe haber cosas más copadas –la miro fijo, seria–. Para hacer –agrego con tono cínico.
–Seguramente –cambia de lugar unas cosas sobre la mesa–. Seguramente, eh…
–De última que cada uno elija lo que hace.
–Seguro, y no ser vos la que está ahí manejando eso, ¿no? –cambia el tono de voz–. Me parece que… que…
–Eso… Igual si yo me voy…
–Va a ir otra –decimos a la vez.
–Seguramente la chica que tiene la hijita…
–O alguna. No es que porque te corrés no va a pasar más.
–Pero por lo menos no voy a estar haciéndolo yo…
–Claro. No sos vos la responsable de que eso suceda. Pero si no sos vos, hay alguien que lo va a hacer –resume con la evidente intención de pasar a otro tema.
–Ahora digamos que yo tampoco es que me siento responsable… más bien siento que es una responsabilidad absolutamente compartida.
–Seguro. Vos no podés hacer nada con…
–Sólo que no quiero participar más –me siento un poco de costado cruzando los brazos.
–No tenés que hacerlo. Es como que también…
–No, no soy tan directa pero digo “mirá, vos estás acá, trabajando en esto, estás asumiendo todas estas… y bueno, hacelo. Sino, andate”, ¿no?
–Seguro. Pero…
–Y bueno –sin cambiar de postura levanto las cejas y los hombros, enojada.
–¿Por qué? ¿En algún momento te surge algo con alguna chica que te dice “bueno, esto no quiero…”? ¿O…?
–Y… hay una que está así, “re estrella”, recién entra y es como… Está bien, es joven, es la nueva, todos están “ah…” –pongo cara de tonta–. Pero hay un montón de otras chicas que están ahí hace un montón y que… no sé, tiene que pagar el derecho de piso. Es así.
–Seguro.
–Y me toca a mí ser la que le dice “bueno nena, bajá un poco…”
–“Si te digo que hagas eso, hacés eso” –habla tratando de emular mi voz.
–Claro, ella dice “ay, no… porque éste… y éste…” –digo con voz de tonta–. “Bueno, a ver…” –ahora hablo con voz fuerte–. “Te toca”. O sea… como le tocó a ella y a ella y a ella –señalo a un costado como si estuvieran las chicas. Suspiro y vuelvo a sentarme de frente, seria y derecha en la silla.
–Es “su lugar”, digamos, ¿no? El tema es qué te pasa a vos y si ese lugar realmente te sigue… o sea, si te lo seguís bancando o si querés probar o al menos intentar otra cosa.
–Igual yo siento que tengo una dualidad bastante importante porque por momentos digo que está perfecto y hasta me divierto también. Y puedo ser bastante perversa. No sé…
–Seguro –dice, mientras se cruza de brazos–. Me parece que esa es la dificultad, digamos. Tu dualidad. Porque vos también podrías haber dicho que no a lo de Rosario e irte de ese laburo. Y fuiste a Rosario…
–Sí, lo que pasa es que no es tan fácil tampoco, que porque yo diga “ay, bueno… no”. ¿Con qué pago? O sea, no es que me van a dar una plata, una indemnización o alguna cosa… Nada, ¿entendés?
–Bueno, pero no es imposible, digamos…
–Pero no tengo ni siquiera el respaldo de una familia –me acomodo en la silla–. O sea: ¡no tengo nada!
–Eso es verdad, eso es verdad… Si vos por ejemplo te fueras, ¿te dejarían irte tranquila o…? Si vos dijeras “renuncio, no quiero trabajar más, tengo otra propuesta en otro lado…”
–Ellos…
–¿Ellos lo tomarían bien? ¿O…?
–Imaginate que… ahora tal vez sea distinto, pero antes del viaje…
–Sí.
–Imaginate que yo me estaba fabricando ese lugar y soy yo la que está así como…
–¡Claro!
–Entonces “¿te vas? ¡Andate! Si tampoco te llamamos…”.
–Mh.
–Aparte está esta chica de la hijita…
–¿Qué hizo que te quedaras? ¿Querer quedarte?
–Que no hay otra cosa. Y que la verdad es que me parece…
–¿No hay otra cosa? ¿O no buscás otra cosa?
–Mh… no tengo mucho tiempo. Creo que es como una…
–Es un círculo.
–Sí, es como una cosa que estoy ahí y… es difícil salir.
–Sí, es difícil salir.
–O que digo “bueno, me voy a dormir, mañana me fijo”. Y así pasan…
–Y así pasan los días –me interrumpe–, totalmente.
–Los meses.
Nos quedamos en silencio.
–¿Y no pensaste en ir al médico?
–Por ejemplo eso: tengo que ir al médico y no voy hace cuatro años.
–¿Y por qué tenés que ir? ¿Qué sentís?
–Y para hacerme un…
–Chequeo –completa una vez más mi oración, parece querer acelerar lo que voy diciendo.
–Chequeo, sí. Yo no siento nada la verdad.
–Por ahí el sueño tiene que ver con algo.
–Qué sé yo, por ahí… no sé. Y no voy. Todos los días digo “bueno, la semana que viene”.
–Pero no tenés prepaga –termina la oración con un gesto de interrogación–. ¿O tenés prepaga…?
–¡No! ¡Mirá si voy a tener prepaga!
–Bueno, ¡no sé! –me río de ella mientras habla–. ¿Y entonces adónde irías?
–¡Qué sé yo! No sé… aunque sea a un…
–A un hospital.
–A un hospital o a un privado, ¡algo! Una vez cada cuatro años tampoco es la muerte de nadie.
–No.
–Pero no.
–Yo lo que me imagino es…
–Y lo tengo en mente, ¿eh? Hace años que lo tengo en mente, así, todos los días –me doy empujoncitos en la cabeza con una mano.
–Yo creo que la mayor dificultad de la que estamos hablando es tu dualidad –me mira como si hubiese descubierto la pólvora.
–Mh.
–Me parece que…
–Y no sé qué hacer, porque cuando estoy en un lugar pienso que debería estar en el otro, y cuando estoy en el otro, pienso que es el otro.
–Pero en el otro no estás hace mucho, digamos.
–Pero cuando estaba en el otro lugar trabajé un montón para estar en éste.
–¿Por qué?
–Porque me parecía que era re chato, re pelotudo… aburrido.
–¿Pero cuál lugar?
–Y… el mundo del trabajo, el…
–¿Qué, trabajar en un local?
–Sí. Ir todos los días, bancarte al jefe…
–¿Y acá no es chato? Es un trabajo...
–Sí, pero tiene… tiene otros…
–Condimentos.
–Otras cosas.
–¿Qué tiene? A ver, contame.
–Y… tenés que estar como más…
–Ajá. ¿Es más entretenido?
–En el otro podés estar muchísimo más… todavía… en piloto automático.
–Mh.
–En este un poco atento tenés que estar.
–Sí.
–Por lo menos –agrego con tono nasal.
–Sí.
–Y es así, yo sé que si dejo este lugar voy a estar en el otro y voy a decir “¡qué embole esto! ¡Otra vez!”. O sea, siempre esa cosa de que el otro lado está mejor.
–Y, siempre un poco de embole hay… ¿no?
–Sí, pero no es eso solo… el problema es que siempre está la sensación de que el otro iba a estar mejor, es así.
–¡Y ahí está la dualidad! –pienso que no estamos descubriendo nada nuevo y la miro con cansancio. Ella me mira con una leve sonrisa de aprobación–. ¡Claro! Es esa sensación de que si dejás algo, eso que dejaste… –hace una pausa asintiendo varias veces con la cabeza y apretando los labios–. Y algo de lo otro que hiciste antes de eso, ¿no? Que vos decís “yo sentía que era chato”… ¿pero algo te gustaba o extrañás de eso? ¿O no?
–Pasa que no te puedo decir porque estaría juzgando algo desde lo que soy ahora y en ese momento era otra persona. Y no tiene sentido.
–¿En qué sentido decís que cambiaste como persona? –el tono de voz cambia notoriamente. Me habla más despacio y pausado. Le respondo igual.
–Y… entiendo la naturaleza humana de otra manera, por ejemplo.
–¿Por qué? ¿Es cómo la entendés o…?
–Es como que cambié bastante en ciertas cuestiones…
–¿De qué se trata eso?
–De que la gente tiene su lado oscuro también y que…
–Mjm. Eso te hace diferente en comparación.
–No, ni siquiera me comparo, pienso que no existe esa persona que está íntegramente en el lugar en el que está, que no tiene ningún tipo de conflictos, y que lo ve todo muy puro y claro. No.
–Vos decís que todo tiene su costado…
–Y sí, hay gente más sana, hay gente más insana, gente más infeliz, pero… Yo antes creía que yo era una que había tenido mucha mala suerte y que había otros que habían tenido muy buena suerte y que vivían como en una especie de limbo.
–Y ahora te das cuenta de que no es así.
–Y no, me parece que no.
–¿Sabés algo de tu mamá, de tu hermana? –digo que no con la cabeza–. ¿No sabés nada? ¿En todo este tiempo hubo algún llamado?
Hago una pausa, la miro fijo.
–Estuve…. me llamaron.
–¿No me digas? –dice cariñosamente–. ¿Cuándo?
–Pero fue como… raro.
–¿Por qué?
–Porque… justo antes de irme me llamaron de que necesitaban que vaya. Mi mamá. Allá. A Rosario.
–Ah…
–Y… a Rosario no, a Córdoba, a la casa de mi hermana. No les dije nada de que me iba de viaje. Les pregunté por qué y me dijeron que era por unos papeles, qué sé yo. Fui, y es que están averiguando cosas de mi viejo, no sé, es por cuestiones de herencia.
–¡Claro! ¿O sea que por ahí te toca algo de lo de tu viejo?
–No.
–¿No? ¿No tenía nada decís?
–Se fue… la casa que tenían es en la que está mi mamá y él se fue a vivir con mi… abuela.
–A otra casa, ¿y tu abuela?
–No, mi abuela ni idea. No sé si está viva… o no, no sé. Yo no participé mucho de nada y ellos no me participaron tampoco.
–¿Cómo fue el encuentro, volver a verlos?
–Y… bastante chocante.
–¿Por qué?
–No sé, mi hermana por ejemplo es como que ya no está pudiendo sostener tan bien el personaje de la chica perfecta.
–¿No me digas? ¿Qué le pasó?
–No sé… se altera enseguida… Pero también es porque mi mamá está allá hace un tiempo. Porque ella la llamó porque necesitaba que la ayudara porque no sé qué está haciendo con el marido y necesitan que los chicos no sé qué.
–Claro.
–Pero se llevan muy mal.
–Con tu mamá.
–Claro. Y mi hermana siempre me tenía a mí como “bueno, te la mandamos”, y yo me la bancaba, a mi vieja. Y desde que nunca más, mi vieja se instaló ahí y mi hermana medio que no le pudo decir que no porque también la necesita entonces están todo el tiempo gritándose, llorando, echándose la culpa…
–¿En serio?
–Horrible.
–¡Qué denso! –se lleva una mano a la mejilla dejando apoyado el codo en el otro brazo y se ríe–. ¡Menos mal que no estás ahí!
–Ella está como avejentada.
–¿Tu hermana? ¿Sí? Es más grande que vos, pero poquito.
–Sí, dos años.
–Sí. Y la notaste avejentada.
–Sí, como estresada. También le debe estar pasando algo con esto que está haciendo, que no sé qué es… negocios, me imagino. Con el marido.
–No la está pasando muy bien.
–Y vi que no la está careteando tanto, porque siempre está así como tratando de refregarme de que “ay, mirá qué perfecta que soy y vos no” –digo con vos de tarada.
–Sí.
–Y es como que ahora no… no tuvo tiempo de hacer eso, digamos, como que no…
–Como que estaba más con sus cosas. Con sus problemas, no la viste… –digo que sí con la cabeza–. ¿Y qué? ¿Se pelea con tu mamá al punto de llorar?
–Mirá, es esto –teatralizo–: “¡me maltratás!”, y mi hermana: “¡ay! ¡Basta! ¡Me tenés repodrida! ¡Si no te gusta te vas!”
–Ah, ¿tu mamá se pone en víctima con ella?
–Mh… sí, es su papel.
–Su caballito de batalla. Así que bueno, viendo eso… –se despereza–, no sabías si alegrarte o…
–Es lo mismo que era antes. Yo siento como si el tiempo no hubiera pasado… bah, sí, se notaba porque estaban como todos más viejos. Me deben haber visto a mí también más vieja, pero…
–Pero no te sumó, digamos.
–No y yo tenía otra actitud también porque…
–Ah, ¿sí?
–Por ejemplo… siempre estaba como más pendiente. Esta vez estaba así –hago algunos gestos–, sentía que estaba como mirando una película, que tampoco me interesaba, y estaba como haciendo zapping.
–Ahora… Lo de tu mamá, ¿no? Ahora a la distancia, ¿no?, volviendo para atrás… ¿qué te parece que le pasa? Porque ha sido una madre bastante particular con ustedes… difícil.
–No sé, yo lo que puedo decir de ella a grandes rasgos es que, cuando mi viejo se fue, ella empezó con esto de que “¡me abandonó!” y quedó así, tirada, desparramada arriba nuestro. Más o menos. Y se quedó con eso. Y siempre hay alguien, si no es mi papá es mi hermana, si no es mi hermana soy yo. Siempre hay alguien a quien llorarle “¡ay, pobre de mí!”, a quién echarle la culpa.
–Claro.
–Nadie la entiende –digo, burlándome.
–¿Es de no hacer nada, de tirarse en la cama?
–No sé.
–¿Y cuando vos eras chica?
–Cosía. Hacía una ropita. No me acuerdo.
–¿Era activa? ¿O…?
–No sé… estaba todo el día encerrada en la casa. No salía.
–Yo lo que creo es que esta madre… seguramente en algún momento van a salir más cosas de ella, ¿no?, que puedas decir en palabras. Me parece que justamente este encierro que ella tenía en su vida, ¿no?, esta queja permanente, esta angustia, este… digamos, este… sufrimiento que ella todo el tiempo mostraba, seguramente las marcó, las fue formando ¿no? Y pensando en vos, me parece que estaría bueno poder correrte de este encierro en el que estás ahora. Un poco para no repetir lo mismo que tu mamá, ¿no? Este encierro de trabajo sueño, sueño trabajo, ¿no?
–Mh.
–Que… que… me parece que si seguís en eso, va a ser como estar de alguna manera repitiendo el encierro de tu mamá. ¡De otra manera! Pero… hay un cierto encierro en esto que contás también. Entonces, me parece que ahí está el tema, ¿no? Cómo no quedarte en…
–Yo eso lo entiendo perfectamente y puedo “pensar” un montón de cosas.
–Mjm.
–Pero me siento en la cama y digo “mh… mañana”, y sigo durmiendo.
–Como que te gana esto, te gana el encierro. Entonces, lo que tenemos que tratar es de poder hacer algo con eso, ¿no? Para que no quedes entrampada ahí, ¿no? Porque, digamos, en el caso de tu mamá, yo no la conozco, vos me contás todo esto y me suena a que bueno, es una mujer que prácticamente no ha podido hacer nada con lo que le pasaba, ¿no?
–Mh.
–Y siempre ha puesto esta responsabilidad en otro. Vos en general tendés a no echar culpas a los demás, entonces eso hace que a veces te sientas más sola, no tenés a quién echarle la culpa. Digo, en un punto habla del grado de confianza que te tenés, que es distinto, es mayor. Entonces, me parece que en este punto es interesante que veamos qué podemos hacer con eso, ¿mh? –no respondo, tampoco me muevo. Casi no respiro–. En este punto no sos igual a tu mamá, entonces agarrémonos de eso, ¿no?
Sigo sin responder y nos quedamos en silencio unos segundos.
–Bueno, eeeh… –dice, pensativa. Después sigue hablando alegremente–. ¡Bueno! ¡Un gusto verte otra vez! ¿Eh?
–Igualmente.
–Así que… ¿te veo el lunes? ¿Dale? –apoya la mano sobre la mesa y se pone de costado en la silla.
–¿A las dos y media seguimos?
–Sí, dos y media.
–Bueno –digo, mientras nos levantamos –, ¡gracias!
–Bueno, Clara, que andes bien.
–Bueno, igualmente.
La dejo pasar para que abra la puerta.
–Bueno, Clara, chau.
–Chau.
Abre, nos damos un beso en la mejilla, salgo y camino por el pasillo mientras escucho cómo cierra.