Sesión 4: Moneda corriente














· ¿Qué significaría llamar?
· El cumple
· Moneda corriente
(· Un trabajo de día)
· Como una especie de psicóloga
(· Cada cual hace lo que puede)
· Lo que me gusta

Lunes 11 de junio de 2012

Camino rápido y con desánimo mientras toso. Golpeo. Escucho algo desde adentro pero no entiendo. Abro y me asomo.
–¡Ah! No escuchaba bien.
Ella ya está al lado de la puerta.
–¿Cómo andas? ¿Bien? –me dice y me da un beso–. Te mandé un mensajito –dice, mientras camina hacia su silla. 
–Sí.
–Si lo leíste, digo.
–Sí.
–Bueno, ¿como va? ¿Bien? –suspira desplomándose sobre la silla.
–Bien, ahora me di cuenta de que… –ella se ríe y señala su cuerpo y la silla, repitiendo el gesto que acaba de hacer pero sin volver a desplomarse– …vine corriendo y me olvide de pasar por  el…
–Bueno, no pasa nada ¬–me interrumpe–, después pasás, no te preocupes. ¿Cómo andás? –mira cómo me termino de acomodar–. ¡Llegaste!
–Corriendo, me quede dormida. 
–¿Te quedaste dormida? Si me imagine porque en estos días… venís tardando más –cambia de tono y pone una sonrisa–. ¿Como andas?
–Eh… ¡bien! ahora estoy acelerada –me río agitada–, pero… bien.
–¿Ahora qué, decías?
–Estoy acelerada.
–Si, por la corrida. Claro.
–¡Uf! Bien.
–Bueno, qué bueno –dice sin ganas–. Y qué pasó todos estos días que… tuviste que… me decías que…
–Me quede a cubrir a una compañera.
–En el laburo –termina mi oración mirándome de reojo.
–Yo ya le dije que los lunes no la voy a cubrir mas pero…
–Está bien.
–Que este era el ultimo.
–Tábien.
–Pero si… que… –hablo lento, suspiro, me quedo callada. Ella espera expectante, fue inclinando la cabeza hacia mi lado a medida que yo iba hablando más lento, como si quisiera sostener mi discurso con su oído atento. Queda expectante por unos segundos hasta que se incorpora repentinamente, respira hondo y habla fuerte.
–Bueno, contame. Lo que quieras. ¿Como va?
–Emmm, ¿cómo va? –hago un gesto con los hombros, pestañeando y sonriendo a la vez, y ella se ríe–. Bien.
–¿Bien? ¿Algún cambio? ¿Algo que… ahora que no nos vimos? Algo que… ¿pensaste en algo…?
–No, no mucho. En realidad… estuve pensando en…
–Ujum –asiente con la cabeza. Hay un contraste muy grande entre la demora con la que hablo y la urgencia con la que intenta sondearme.
–Ver de… no se, en la posibilidad de volver a… acercarme a mi mamá o a mi hermana, pero… no sé.
–¿No me digas?
–¡No, no! Pero, a ver… no es que pensé en: “¡Ay! Voy a hacer eso”.
–Sí –dice y se cruza de brazos.
–Sino en… en qué significaría. 
–Ah, sí. Claro –ahora me mira de reojo, frunciéndolos un poco–. ¿Y que pensás? ¿Que significaría? 
–Y… 
–Es una buena pregunta –me interrumpe sin darme tiempo a responder.
–Un aburrimiento total –contesto, ella exhala ruidosamente, algo que podría pasar por una risa pero en realidad es un gesto que me hace pensar en mi exageración.
–Bueno, tampoco tenés que instalarte al lado de ella, ¿o si? –otra vez el gesto de los ojos entornados.
–No, pero… 
–Podes llamar, porque… vos cuando decís acercarte, ¿qué es, llamarlas?
–¡Claro! ¡Algo! –digo con la voz bastante alta.
–Claro, claro.
–Establecer un contacto.
–¿Sí?
–Y me di cuenta que en este momento sería como… aburrimiento en el sentido en que no podría hacerlo de otra manera más que como hasta ahora. Y es como una manera muy… de llamar y escuchar. Y no tengo ganas de escucharlas.
–Claro. ¿Y para qué te…? O sea, ¿para qué te pondrías en contacto? 
–¿Tal vez porque son mi familia?
–Mh.
–Pero… no sé.
Silencio.
–¿Hay algún otro motivo? ¿O… solo por esto de que son tu familia? ¿Hay algún otro motivo que te hizo pasar eso por la… pensar en eso? ¿O solo esto de que son tu familia? 
–Por ejemplo, ¿la chica que cubro?
–Mjm.
–Eh… no podía estar porque tenía algo, no sé qué de la hija.
–Sí.
–Y hablamos un poco. Así, como algunos comentarios. Y ella me dice que la familia siempre es la familia, y que al final es con quien se cuenta, o que la hija cuenta con ella… No sé, algo así.
–Sí –dice lentamente acompañando la afirmación con un gesto lento, está recostada sobre el respaldo de la silla con los brazos cruzados, muy seria, levantando y bajando la cabeza.
–Y… y yo me preguntaba si… si será así –levanto los hombros y subo las cejas. Estoy sentada sobre el borde de la silla, un poco inclinada sobre la mesa y con las dos manos entre las piernas–. Con mi familia. 
–Mh. 
–Si yo cuento con ellos o si ellos cuentan conmigo.
–Sí… –repite con lentitud. Ahora las dos nos movemos a un ritmo lento y muy gesticulado.
–Por eso, pensé… qué significaría contactarme de vuelta con ellos.
–Y… en tu historia con tu hermana, ¿no? Porque se llevan muy poco, por más que son distintas, vos me contás del carácter y todo… se llevan poca edad, digamos, poco tiempo.
–Sí.
–¿En algún momento de la historia sentiste que contabas con tu hermana? Que, que… ¿que se apoyaban? ¿Que se acompañaban? ¿En algún momento…?
–Es que no es “si nos apoyábamos o no”.
–Sí.
–Mh, es como… Nada, la persona con la que creciste.
–Por eso digo, en algún momento hubo alguna cosa que eran… ¿que se sentían mas cerca o…?
–No lo sé. Es como decir “¿te gustó tu mamá y tu papá?”. Son los que tuve, no sé si… O sea, yo podría soñar con haber tenido otros en ese momento, o ahora, como sea. 
–Mjm.
–Soñar haber tenido... Pero no tuve otros, no sabría decir qué sería tener otros.
–Claro, por esto que te pregunto por ahí es más de lo real, de la realidad, digamos. Que vos me digas “sí…”, qué sé yo, “cuando teníamos doce éramos compinches” o “cuando teníamos cinco…” –deja de hablar y me guiña un ojo.
–No, cuando éramos chicas jugábamos juntas por que no…
–No invitaban chicas tampoco, o sea que…
–Claro.
–¿Y se divertían entre las dos? ¿La pasabas bien jugando con ella? ¿O tampoco…?
–Sí, nos peleábamos… a veces no, pero… sí –digo, sin mucho interés.
–¿Cómo es el carácter de tu hermana? ¿Cómo es ella?
–Y, es como… muy caprichosa.
–Ah, ¿sí?
–Siempre hay que hacer lo que ella quiere.
–Era mas chica que vos, ¿no?
–Sí.
–¿Dos años? ¿Cuanto se llevan?
–Dos años.
Nos quedamos en silencio y la miro subir y bajar los ojos. Me analiza con una sonrisa que no tiene que ver con lo que está haciendo sino que parece ser parte de un uniforme de trabajo.
–Ahora el 19 cumplo años.
–¿El 19 de junio? 
–Mjm.
–¿Y qué vas a hacer?
–Nada.
–¿Vas…? Eh… ¿En el trabajo saben que es tu cumpleaños? ¿A veces hacen…?
–Tal vez brindamos, algo… pero no.
–Bueno, ¡lo normal! ¿No? ¿Cuantos cumplías? ¿Treinta y…?
–Dos.
–Ah. Y estem… así que el 19 cumplís. Géminis. No es que sea demasiado… –se ríe–…de los signos pero bueno, algo… Este… así que bueno, em… entonces cumplís los años el 19, van a brinda y… ¿y no tenés ganas de hacer nada distinto ese día? ¿Que cae? ¿Martes? Lunes 18, martes 19 –cuenta con los dedos–, sí.
–Ir a caminar por la costanera –digo con ironía–, no sé.
Se ríe.
–¿Te gustan los… los paisajes…?
–No, ni me interesan.
–Estem, ¿y salir con alguien? ¿Con algún amigo? ¿Amiga?
–Y medio que es… O sea, mi trabajo es salir todas las noches.
–¿No me digas?
–Medio como que… –arrastro un poco la voz.
–Esto es como… “son mi familia”. Mas o menos lo mismo, digo, a ver –de repente está muy seria–. ¿Que salís todas las noches? ¡No! ¡Entras! 
–Claro.
–No salís, digamos, “entrás al local” –hace el gesto de entre comillas con los dedos–. Digo, no es… Es un local de salida para los otros.
–Mjm.
–Pero vos no salís, vos entrás. Es tu lugar de trabajo.
–Sí, no… pero ¿ir a un lugar así de vuelta? O sea… no lo haría.
–¡No, no! No digo a un lugar así…
–Y después, ¿amigos? La verdad es que no tengo.  
–Claro.
–O sea, son estos conocidos del trabajo.
–Lo que pasa es que, claro, ¿qué “tiempo” tienen de hacer amigos? Si estás… digamos… todo el tiempo trabajando y no buscás, no hay muchos… eh... Digamos otros ámbitos donde vos conozcas gente.
–No.
–Eh… Y… Pero bueno…
–Igual ahí podría conocer gente –la interrumpo–, pero…
–¿Pero?
–Es todo como muy… como de mentira.
–Bueno, eso es una fantasía, ¿no?, para los que van. Es como desenchufarse un poco y poder por ahí pasarla bien un rato.
–Sí… –digo sin ganas y me acomodo en la silla suspirando.
–Para los que van. El tema es eso para ustedes que es su trabajo, ¿entendés? En ese punto…
–Pero a veces, por ejemplo, estás charlando y pareciera que…
–Hay onda.
–No, nada.
–¿Y porque no?
–Y… porque… incluso eso es parte de la fantasía de ellos.
–Vos decís como que bueno, llega hasta ahí la cosa, como que…
–Y, porque después tienen su vida real y no… no les interesa hacer ni el mínimo esfuercito –digo,  encongiéndome de hombros.
–Por conocerte en serio, ¿digamos?
–Por adaptarse a otra realidad o por…no sé…
–¿Te pasó…? –me interrumpe.
–…tener otros horarios.
–¿Te paso que conociste a alguien y… digamos, te dieron ganas de saber mas de esta persona afuera…?
–Sí, pero no sé si tan puntualmente. En algún momento dije “bueno, tal vez la salida es… conocer otra manera de vivir o… por medio de esta gente que viene y ver si excede otra realidad, o sin ellos.” Y no hay manera, porque…
–¿Porqué no?
–Porque no te incluyen en su realidad, ¡de ninguna manera! Yo no es que yo digo “ay, salto de mi vida a la tuya”, no. 
–No.
–Tampoco es eso. 
–Claro.
–Pero…
–No. ¿Y los que están trabajando ahí, que tienen el mismo modo de vida, digamos, el mismo horario, el mismo ámbito, no es que te aportan…?
–No. Y aparte, no sé, por ejemplo la más cercana, que tampoco es que somos amigas, somos compañeras…
–Sí.
–Tiene su hija, o sea, es una cosa parecida a la mía que encima tiene que trabajar más porque necesita más plata. Y el re poquito tiempo que tiene está la hija, y a veces duerme tres horas, está con la hija, después duerme dos. Tiene cualquier horario, es cualquier cosa.
–Claro, una vida más… claro, más desordenada, al punto que no puede descansar por ahí todo lo que… 
–Mjm.
–Este, pero con ella te llevás bien, aunque sean compañeras de trabajo –me dice con el gesto de interrogación que siempre usa.
–Digamos que es la menos traicionera de todas.
–Ah, ¿las demás son traicioneras?
–Y, es… o sea, es parte del trabajo también.
–¿Por qué?
–Es un lugar en donde la mayoría de la gente está… a escondidas, y se manejan como códigos… el código de convivencia es como, em… –se escuchan las voces de afuera y un portazo, ella espera en silencio a que termine de hablar–. No sé como explicarte, es como que cada uno hace lo que puede, así, medio... cada uno hace lo que puede. Igual se arman como grupitos, por ejemplo así como yo estoy con esta compañera hay otras que… y así. Es como más… se habla menos y se reacciona más porque…
–¿Se hablan…? ¿Vos decís que todo el mundo es más impulsivo?
–Sí. Más o menos vas midiendo como van las cosas y así te manejas.  Por ejemplo, aquel que es así –apoyo un dedo en la mesa–, hago tal cosa, aquel que es así tatatá –apoyo el mismo dedo en otra parte de lamesa–, y ves hasta dónde se llega con cada uno. Pero no es que se puede plantear nada, no es que decís “che, la otra vez yo te…”, no. 
–No, la palabra ahí… 
–Es prueba y error. Y se terminó ahí.
–Claro. Sin embargo con esta chica, ¿cómo se llama la que tiene la hija?
–Eliana.
–Con Eliana pareciera que, bueno, han llegado a algún grado de conversación… mínimo o no sé, pero digamos han llegado…
–Así, medio como comentarios, pero… también es porque de todas es la más… em… –hago un largo silencio y quedo suspendida entre el ruido del pasillo y la penumbra del consultorio, no respiro por unos segundo y ella espera con los ojos muy abiertos–. Como la que está más en el horno digamos, entonces…
–¿Está más en el horno en qué sentido decís? ¿Cómo que lo necesita más que el resto?
–Y, todas aspiran a ciertas cosas, como… una quiere, está viendo si se puede ir a bailar a un lugar que es mejor… o yo quisiera, cosa que no sé ya a esta altura, encarar o hacer otra cosa… 
–Sí…
–La mayoría tiene como… de alguna manera, aunque sea una fantasía y sea un absurdo y no funcione, las ganas de… ella es como… está muy jugada. Lo máximo a lo que aspira es que alguno de estos tipos, no importa cuál, ni en qué estado esté, ni en qué cosa, le ofrezca algo para salir de ahí. 
–Claro, tal cual –dice casi susurrando.
–Y es como… no sé, y se mete en cosas.
–¿Se mete en cosas con quién, con…?
–Y… Los tipos le ofrecen unos chinos bárbaros y ellas se los compran, “sí, bueno”, porque tal vez eso le da no sé qué, y al final no.
–Al final tampoco le dan…
–Como que cada vez se deja desgastar más, pero bueno, no sé. Y ahí, en ese sentido es en donde digo que cada uno hace lo que puede, porque bueno, no sé, le tocó así –me encojo de hombros. 
–Ahí cada uno hace lo que puede…
–Y yo no puedo hacer mucho –la interrumpo.
–Cada uno hace en ese lugar hace lo que puede, ¿vos crees que podés eso y nada más? ¿O también…?
–No, yo digo “no puedo hacer nada por ella”. A eso me refiero.
–Ah, no… Está bien.
–Y ahí es como una norma, o una regla, o parte de un código, es… cada uno se las arregla. O sea, yo no… porque están todos ahí esperando que alguien los ayude. 
–Tal cual.
–Es como…
–¿Y vos también esperás a que alguien te ayude? ¿Conocer a alguien que…?
–¿Y no te digo? En un principio sí pensaba. 
–Claro, dijiste “por ahí hay alguien me… me propone otra cosa”.
–Pero después empecé a ver que es como la moneda corriente esa fantasía. Como la más…
–Como que todos fantasean con eso.
–Y sobre todo al principio. Y esta chica… es porque ya no le queda otra –me enderezo en mi silla y me sacudo las rodillas, que están muy juntas una al lado de la otra, como si tuviera miguitas.
–Claro, claro.
–Y… aparte, ¿cuánto tiempo más va a poder hacer lo que hace? –agrego con tono de suspenso, levantando una ceja y sonriendo con un solo costado de la boca.
–¿Por qué? ¿Es grande ya?
–¡Y yo también! No sé, qué sé yo. Y con lo que hay ahí… ¡hay unas chicas de veintidós años!
–Jovencitas. Claro.
–O sea…
–Y ¿qué pensás vos? ¿Qué, qué… qué…? ¿Qué tenés ganas de seguir haciendo? ¿O qué se te ocurre?
–¡Y por eso estoy acá!
–Bueno, bueno –dice y se acomoda rapidito en su silla–. Por ahí está bueno esto de poder ubicar…
–Y tenía ganas de, por lo menos, conseguirme un trabajo de día –desde afuera llega un poco de música, como si alguien estuviera pasando con un celular o una radio prendida.
–O lo que puedas mantener… estem, también es un trabajo muy desgastante este de la noche, ¿no? Como esto de…
–Y de día tampoco son mejores.
–No, pero digo, por ahí…
–Lo que cambia es que en vez de dormir de día dormís de noche.
–¿Y por qué de día entonces? ¿Por qué querés buscar un trabajo de día? ¿Un trabajo de día o un trabajo diferente? Porque de día también podés trabajar así, hay lugares que son así de día también, me imagino.
–Sí, de hecho no te digo que cubro a…
–Por eso.
–Pero…
–Entonces, ¿un trabajo de día o…?
–¡No, otro tipo de trabajo! 
–Claro.
–Pero no… A ver, considero que va a ser lo mismo porque voy a estar trabajando muchas horas y voy a tener una rutina, que odio las rutinas, y todo eso, pero la diferencia es que voy a seguir cumpliendo años y voy a poder seguir trabajando ahí. En cambio en este lugar, si no consigo algo en unos años más, de todos modos ahí no voy a poder seguir trabajando.
–Claro. O sea que esta llegada del cumple te hace pensar en la edad.
–Y sí. 
–Mh.
Nos quedamos mirándonos en silencio.
–Y sí, es… medio como que se brinda pero es muy discreto el brindis y todo, porque es algo que a nadie le gusta.
–Claro, va en contra de… digamos, de esta cuestión de ser “eternamente jóvenes” ahí. Una cosa así.
–Y tener eternamente energía.
–¡Totalmente! No es para más, ¿no? Claro, sí.
–Y hay chicas que ves que… bah, ¡todos ahí!, es como que envejecen más rápido de tanto que tenés que estar ahí, que tomás y que qué sé yo.
–Claro, y ¿qué pensás que es lo que te envejece más rápido? ¿Tomar…? ¿Qué más?
–Y… que no descansás bien, que tomás mucho, que se fuma, que no sé qué.
–Claro, y si no fumás vos fuman los demás.
–Claro. Y también que es un lugar poco relajado. Estás todo el tiempo tratando con… –la miro en silencio, ella parece estar muy interesada–. Como tratando con las “partes oscuras” de la gente.
–¿Por qué con las partes oscuras?
–Y, porque los que van ahí… o van para soltar un poco toda la parte que tienen reprimida todo el tiempo, o por despecho, o porque… no sé, por lo que sea, pero es un lugar a donde las cosas que afloran no son las más bonitas.
–Uhum. O sea, el espectáculo, esto de que los demás muestren las cosas menos bonitas, tampoco es…
–Y tenés que estar con una buena cara. Es como una especie de “hacer de psicóloga” pero… –ella resopla con la nariz en una especie de tentación de risa– vestida con medias de red.
–Clara, ¿qué me estás diciendo? –me pregunta entre risitas–, ¿que yo no puedo hacer caras si me dicen algo feo? Yo pongo caras…
–Yo también, ¡sí!
–¡Ah, bueno! –se ríe.
–Pero… yo dije que es “una especie”, no dije “es”. 
–Me traigo las medias de red… –vuelve a reírse y se mueve como bailando en la silla, levantando y bajando las cejas con rapidez y parodiando el gesto de subirse las medias con sensualidad.
–Yo dije “una especie” y no dije que fuera.
–Pero, ¿por qué, qué sentido? ¿De no poder expresar lo que pensás, lo que…”
–No, que estás ahí para escuchar… –alargo la palabra.
–¡Ah, qué bien! ¡Está bueno entonces!
–Y estar todo el tiempo así, pendiente del otro, que te tiene que decir e informar de sus cosas. Que incluyen también otras cosas, como deseos y… es como… 
–Está bien lo que decís –ahora me habla como una maestra de jardín–.  Como que vos decís “hacer de oreja al otro”. En un punto escucharlo, contenerlo y estem…
–Claro, es entre… sí, es eso.
–Claro, pero bueno, me parece que en un punto también es el lugar en donde vos te ubicás.
–¡Ah, sí! Y por eso es que yo hago ese trabajo y por lo que persisto, porque me inventé ese trabajo y que me siguieron dejando ahí.
–Claro. Claro, pero me dijiste “no toda la gente…”
–Porque yo no soy bailarina, entonces no tendría porqué estar ahí. O yo no estoy en la barra… O sea, ¿yo? –me llevo una mano al pecho.
–Claro.
–El puesto que tengo en ese lugar me lo inventé yo.
–Sí, sí, que vos me contabas, que por ahí te ponés a escuchar a alguien hablar y decís que te piden esta chica o… como que… es como una especie de… 
–Claro, como que soy la vendedora.
–Sí, sí, sí, sí, sí, sí… –repite muchas veces, parece no querer que entremos en esa zona.
–Para eso estoy. Y estoy ahí.
–Sí… A ver, es un lugar también bastante expuesto.
–Y, no sé.
–A ver, no estás arriba de un escenario bailando, pero también estás como muy… cercana…
–Es que arriba del escenario estaría menos expuesta.
–Por eso te digo.
–Porque ¿Qué? ¿Estaría mostrando un poco pero…?
–No, pero digo...
–Mi cabeza está…
–Terminás como acercándote más a la gente. Tal cual, como bailarina en el escenario estás más lejos. Hay una distancia.
–Sí, es como que en vez de usar tanto el cuerpo, uso más la cabeza.
–Sí.
–Y las emociones.
–Bueno, pero me parece que ahí volvemos a esto de “cada cual hace lo que puede”, ¿sí? –estira la pregunta y me mira con el mentón muy cerca del pecho–. Me parece que vos ahí… vos la otra vez me dijiste “yo vendí, fui vendedora”, ¿no?, en algún momento, “y ahora vendo acá”.
–Uhum.
–Ahora me decís “yo uso la cabeza”. Fijate que, digamos, usar la cabeza en un lugar así, uno diría “no es tan necesario” por ahí, pero vos lo hacés –ahora me mira con el mentón hacia arriba.
–No, pero no es que “uso la cabeza” en un lugar así porque me pongo a plantear problemas filosóficos con los clientes.
–No… claro, pero… 
–Si no que “uso la cabeza” como para poder sostener mi trabajo. 
–¡Claro!
–O sea, em… nada. No es que me siento y hago… –pongo un gesto de nena tonta.
–Como muchas, ¿o no?
–¡Que es lo mejor! O sea, no tendría que… bah, igual no sé si es lo mejor, porque después de unos cuantos años… 
–Bueno, a ver… es más desgastante por ahí intelectualmente y, a ver… Vos tratás de escuchar al otro, de armar “algo” con el otro, digamos, para que… engancharlo, que se quede, por ahí que tome, que conozca una chica y que… ¿algo así sería?
–Algo así. 
–Claro, como que… eso en sí es un laburo, aunque vos digas “yo me inventé ese laburo”.
–Bueno, pero… yo tengo ese laburo, pero… em… ¡hay otras chicas que están en otros, en donde se desgastan de otra manera, porque también hay que estar!
–Bueno, aclaremos que… volvamos al punto de que es un trabajo desgastante. Es un poco lo que vos me venías diciendo, ¿no? Además, todo este laburo que vos hacés, ¿no?, de ir como tratando de armar algo con eso. Este… ¡pero bueno! –una vez más el tono entusasta–, ¡es interesante esto de que vos puedas pensar también en…! ¡Claro, “un laburo de otra cosa”! Que puedas cumplir años “sin preocuparme de que si sigo cumpliendo años me quedo sin trabajo”, si no que lo sigas sosteniendo en el tiempo. Este pareciera un trabajo que… –termina la frase encogiéndose de hombros y chasqueando la lengua.
–Porque también pienso, digo, ¿y qué tal si es como que empiezo a ocupar un lugar tan importante ahí con esta cuestión que termino haciendo lo que hizo que yo estuviera en ese trabajo? Mi intención de estar en ese trabajo era tocar, cantar, como que fuera una especie de lugar donde yo estoy y es mi lugar de pertenencia, y la paso bien.
–Yo no entiendo porque no insistís, vos me dirás, ¿no? Aunque ya… –mira su reloj pulcera–, ya tenemos que dejar. Emh… ¿Por qué vos no replanteaste el tema de volver a tocar? ¿O no te interesa tocar ahí? –suspiro–. ¿Habrá espacio para que vos toques?
–Mmmh… No sé, es un trabajo… es como que… a ver, si yo me inventé este trabajo, lo inventé a partir de ciertas necesidades que evidentemente están porque por eso estoy ahí.
–Sí.
–Pero… yo, a ver, está claro que prefieren mirar a una chica en bolas bailando que a alguien cantando con una guitarra –me entristezco y la voz se me corta.
–Bueno, pero para todo hay un momento.
–Sí.
–De repente una canción que dura tres minutos, cuatro minutos, tampoco… ¿no? Podés empezar con una canción y… con un tema y…
–Habría que ver cómo se hace. Aparte es como que esto me absorbió tanto que no…
–No te da el tiempo.
–Que… ponele que me dijeran “bueno, dale, mañana tocá”, ¡qué se yo qué tocar!
–¡Claro…! –me da la razón muy exageradamente–. Bueno, por eso, hay que pensarlo y prepararlo, ¿no? Como que, claro. O sea, vos no estás en este momento dedicada a eso.
–No.
–Pero bueno. Primeramente… A ver, yo separaría un poco “trabajar de otra cosa” de “empezar a hacer lo que te gusta” –me mira de reojo y agrega con una sonrisa condescendiente– “Mínimamente”, ¿sí? No quiere decir que te vayas a quedar ahí para siempre, pero empezar a conectar con algo de lo que te gusta, porque parece que para vos es todo un tema, ¿sí? Entonces, bueno, tal vez no tengas ganas de… ¿vos tocás la guitarra? –digo que sí con la cabeza–. Tal vez podés tocar la guitarra un poco en tu casa, ver si un día la llevás y la dejás ahí en un costadito… Pero digo, ¿no? habría que ver qué pasa, ¿no? Para que no sea tan tedioso también.
–En casa por ejemplo digo “¿tocar la guitarra? Cuando llego, la gente… no es un buen horario”.
–Pero a vos te aburre tocar la guitarra sola. Digo, a ver, también es lindo por ahí tocar para alguien, o tocar con alguien, ¿no? Hay gente que le encanta la música y se pasa horas practicando “solo”. Y también está lo otro, la función social de la música, ¿no? Por ahí poder acercarse a los otros, o divertirse un rato, por ahí que el trabajo no se vuelva tan tedioso, ¿no? O que se van los clientes y vos te quedes con una amiga tocando la guitarra, qué sé yo. Viene un cliente y volvés a empezar, no lo sé… ¿no? Como… como… buscar a ver qué es esto de la música para vos, ¿no?
–Sí… –antes de que pueda hablar me interrumpe apoyando con resolución una mano sobra la mesa, la misma mano que usa después para ayudarse mientras se levanta de la silla.
–Bueno, lo vamos a tener que dejar, porque había otra gente que ya había llegado antes.
–Bueno. 
–Así que están desde bastante temprano.
–Y te hago una pregunta.
–Sí, decime.
–¿Cómo hago, pago el cosito ese y te lo traigo o…?
–Pagá y no, me lo traés la semana que viene –me dice ya de pié y casi a los gritos, empujándome suavemente el hombro con rumbo a la puerta.
–¿Lo de la sesión anterior qué se hace?
–Mira, la sesión anterior la tendrías que pagar. Fijate si la podés pagar hoy, si no la vas pagando de a poco, como vos quieras. Pero la tendrías que pagar.
–Y ¿qué le digo? ¿Qué le pago las dos sesiones?
–Mh… sí, le decís que le das lo de la sesión anterior y esta, la de hoy, ¿eh? –ya estamos su mano y yo del otro lado de la puerta–. Pero quedátelos así me los das el lunes que viene. 
–Te doy todo junto –digo mientras nos damos un beso.
–Pero te espero el lunes que viene, ¿eh? Y vení en horario –me dice bastante fuerte mientras me empiezo a alejar mirando para atrás. 
–Una y media.
–¡Dale, buenísimo! –me doy vuelta, sigo caminando y escucho que me saluda– ¡Chau Clara, buena semana! –ahora la veo mover la mano en alto desde su puerta.
–¡Igualmente. Chau! –le contesto sin dejar de caminar.