Sesión 5: Un mundo de fantasía














(· Tarde de madrugada)
· El que se va sin que lo echen...
· Haciendo nada
· Gente de la noche
(· Un catálogo de personas)
(· Plata y chamuyo)
· Un mundo de fantasía

Lunes 18 de junio de 2012

Llego caminando rápido y ruidosamente. Golpeo antes de dar el último paso que me ubica adelante de la puerta cerrada y escucho con la oreja pegada a la madera.
–Sí, adelante.
Entonces abro. Mientras entro ella se levanta de la silla y se acerca.
–¿Qué tal, cómo andás Clara? ¿Bien? –me da un beso en la mejilla–. ¿Todo bien? –cierra la puerta un poco fuerte.
–Bien –la miro sentarse desde mi silla.
–¿Llueve? Todavía, ¿no?
–Mh… –tardo en contestar–. No, todavía no. Hace frío pero…
–¿Hace frío? –me interrumpe. Está un poco acelerada. Enseguida hace un comentario pero no entiendo lo que dice ni me importa.
–¿Cómo andás? –vuelve a preguntarme, ahora que estamos las dos sentadas en posición de empezar la sesión.
–Bi…
–¿Bien? –me interrumpe.
–Me cuesta mucho llegar a esta hora.
–¡Ah! –dice, y se ríe–. ¡Será por madrugar! ¿No?
–No, pero…
–Porque para vos esto es madrugar, ¿no? –habla muy fuerte.
–No, es cortar la mitad del sueño.
–Claro, porque ¿a qué hora te acostás?
–Y… tarde.
–¿Y por…? ¿Vos por qué hacés este horario? Porque vos podrías haber dicho mucho más tarde, ¿o no?
–Eh…
–Vos pusiste a partir de la una… ¿o las dos?
–Porque yo tenía la intención de cambiar de horario en el trabajo –digo, arrastrando la voz.
–Pero todavía no lo cambiaste –afirma y pone su gesto de interrogación, a lo que respondo que no con la cabeza–. Estem… a ver, y… ¿qué sería un horario para vos que te quede? Que sentís que llegás, que no estás tan a las corridas, que no cortás el sueño…
–Tres o cuatro de la tarde.
–Tres o cuatro de la tarde –repite–. Eh…
–¿Se podrá?
–Mirá, el problema…
–El tema es que los otros días son bien difíciles para mí, el que puedo es el lunes.
–Sí, vos solo podés el lunes… –dice como para adentro, pensando.
–El jueves podría pero… a las… cuatro y media, cinco.
–Mirá, yo te cuento. Yo no puedo, porque yo los lunes atiendo hasta las dos de la tarde, y los demás días atiendo hasta las dos y media. En realidad es hasta las tres, ahora tengo la última paciente a las dos y media pero ya me ubicaron una paciente para que termine a las tres. Después yo atiendo en Colegiales. Con los pacientes del Centro Dos, cuando hay algún cambio o cuando terminan, los que pueden van para allá. El tema es que el horario…
–Claro, Colegiales –digo con una sonrisita.
–Y el tema sería… –dice y se interrumpe–. Claro, de Chacaríta sería a unas cuadras, para que te ubiques.
–Mjm.
–Eh… eso es lo único que yo te puedo ofrecer, ¿y si no…? Em… te tengo que hacer derivar –habla cada vez más fuerte–, y hay turnos por la tarde…
–¡No! No…
–Pero no sabés quién te va a tocar… –hago gestos negativos mientras habla–. ¿Yo lo que te propongo?
–Sí.
–¿Es que como puedas?
–Sí.
–¿Si llegás un poquito tarde?, ¿o lo que sea?
–Sí.
–Sigamos… junio y julio. Yo julio igual una semana creo que no voy a atender, todavía no sé bien. O sea que ahí tal vez no…
–¿Al principio o al final de julio?
–Al final de julio. La primera quincena de julio yo estoy. Con lo cual, si vos querés… como puedas, llegando tarde… nos vemos acá. Y después, si querés, en julio lo volvemos a hablar, igual ya estamos casi a fines de junio.
–Sí.
–Lo volvemos a hablar –sigue hablando muy fuerte–, porque ya haría unos meses que vos venís acá… bueno, a ver qué querés hacer, ¿eh? Yo los lunes atiendo en Colegiales después de que me voy de acá.
–Claro.
–O sea que por ahí sí te podría ver yo más tarde allá, pero… lo vemos, ¿eh? Porque bueno, hace poquito que empezaste también acá… es como todo un cambio también pasar a otro lugar, entonces… eh…
–Claro.
–No digamos “porque cambiaran las características”, porque yo lo que hago cuando pasa una cosa así, a veces los pacientes no quieren que los pasen, tal vez a lo largo de estos seis meses a alguien le pasa esto. Por eso, porque lo cambian de horario de trabajo –me explica, yo la miro interesada como si fuera a comprar un lavarropas–, y no quieren cambiar con otro profesional. Entonces, lo que te ofrezco es esto: completar el tiempo de Centro Dos en el consultorio, con la misma… eh, digamos… norma de acá, es decir: media hora, los honorarios que pagás acá… por el tiempo de Centro Dos como para terminar ese tiempo en este lugar y no quedarte sin el espacio.
–Claro.
–Cuando se puede, a veces me plantean horarios que no. En tu caso, la verdad es que yo los lunes atiendo allá a la tarde y por ahí podemos acomodar algo. Pero sigamos un tiempo más y vemos, a ver si vos también querés continuar y… Porque es todo un cambio, ¿mh?
–Bueno.
–Bueno.
–Te traje el bono de la vez anterior y…
–¡Está bien! ¡Está bien! –me interrumpe–. Es para tenerlo nada más, pero ya está si lo pagaste, ¿eh? Bué, no importa… –dice, mientras lee algo en el bono–¿esto qué es? ¿El anterior o el de ahora?
–El anterior y el anterior. El de hoy todavía no pagué porque…
–¡Ah, bárbaro! –vuelve a interrumpirme.
–Porque…
–Está bien, después lo pagás –dice, guardándose el bono¬–. Bueno, contame, ¿cómo va? –se acomoda en la silla y se cruza de brazos–. ¿Cómo andás? ¿Te quedaste pensando en alg…? ¡Me quedé yo pensando en algo!
–¿En qué?
–En esto que me habías dicho de llamar a tu hermana o a tu mamá… que te quedaste pensando después de lo de esta compañera que te dijo…
–No, es que no… a ver, no pensé en “llamar”.
–“¿Cómo sería?”, pensaste.
–¿Qué…?
–Dijiste: “¿Qué pasaría?” –me interrumpe.
–“¿Qué significaría que yo llame?” O sea, cuando… –sigo arrastrando la voz–, de… de que “bueno, ellos cuentan con migo”… no sé, ¿como toda una cosa así?
–Sí.
–Es como que quise trasladar esa sensación y dije: “¿Qué sería eso acá?”, y no me… no sé, no me pareció interesante.
–No te pareció, no te enganchaste con esa idea.
–Y no, porque siento que… lo que sucedería sería… –tardo en pensar, en completar las frase–, lo mismo de siempre… Como que… finalmente soy yo la que vuelve, ¿y vuelve a qué? A lo mismo. Porque soy yo la que vuelve. O sea, “el que viene sin que lo llamen…”
–Mjm.
–Vos sentís que el movimiento siempre es tuyo, como que de ellas nunca notaste nada.
–¡Ellas no levantan el teléfono!
–Mh… Ahora me llama la atención tu hermana, porque digamos tu mamá… bueno, por lo que me contás…
–Th –chasqueo la lengua–, lo que pasa es que mi hermana es perfecta. Y “ella” es la que está en la cima, entonces todos van hacia “ella”. “Ella” –uso un tono majestuoso–, no necesita de “nosotros” –digo con desprecio.
–Claro.
–Si estamos es porque nosotros queremos, y porque ella es buena y nos deja estar.
–Sí… pero…
–Y si no queremos ¡hasta le hacemos un favor!
–Claro, claro. Como que vos decís que ella no siente una necesidad. O sea, en todo caso…
–Al contrario.
–Bueno, entonces habría que pensar si vos realmente… te sirve de algo ponerte en contacto.
–¡Por eso! Eso es lo que digo: “¿Me serviría de algo?” –hago la mímica de preguntarle a alguien a mi derecha–. “No” –respondo mirando hacia la izquierda–. “Ah” –vuelvo a mirar a la derecha.
–Claro. Tal cual.
–Pero porque fue como muy directa la conversación, muy… –y hago como un remolino con las manos.
–Sí, si si si… entiendo.
–Porque sino ni me lop… pregunto.
–Mh –me mira con seriedad y espera para hablar–. Bueno, contame, ¿y qué…? ¿Cómo andan las cosas? ¿Pensaste en algo? ¿Cómo te sentiste en estos días? Lo que quieras…
Yo también tardo en hablar. Suspiro.
–¿Cómo me sentí estos días? –cambio el tono de voz, ella también.
–Mh.
–No sé, medio… parece… Este fin de semana traté de… hice algo que… ¿no suelo hacer? Y es… no hice nada.
–¿Ajá?
–O sea, fui a trabajar, volví y en mi casa… me dediqué a estar haciendo “nada”.
–¿Y qué sería hacer “nada”?
–Mh… las cosas cotidianas que hago sobre todo los fines de semana, que tengo un poquito más de tiempo, que es ordenar… dejar la ropa toda lista para la semana… ¿esas cosas? “Nada”. Ni siquiera lavé un cubierto.
–“Nada” –dice, imitando mi tono de voz.
–No hice “nada”.
–¿Y qué pasa? ¿Te cuesta mucho ahora o te vas arreglando?
–Y no… ahora voy a tener que trabajar más, pero…
–Sh calro… –hace un sonido como aspirando aire entre los dientes apretados–, se te va acumulando…
–El tema…
–¿Tenés lavarropas? ¿Lavás vos o…? ¿Cómo hacés? ¿O mandás a lavar?
–Tengo lavarropas.
–Bien.
–Que deja la ropa mojada, pero bueno.
–¿No tiene secarropas?
–Eh… ¿secarropas? Mno…
–Secarropas no, no es que…
–Centrifuga, pero más o menos –digo, con voz nasal.
–Ah, o sea que en estos días… la ropa… tá complicada.
–Sí… sí, no… pero… –subo y bajo los hombros mientras hablo.
–¿Y qué tenés? ¿Calefacción? ¿Radiadores? ¿Qué? ¿Qué tenés?
–No, tengo una estufa,
–¿Eléctrica?
–No.
–Estufa… ¿a gas?
–Sí.
–Pero podés poner la ropa cerca para que se seque –afirma con un gesto de interrogación–. Tipo…
–Ah, bueno… no. Suelo dejarla en…
–¿Tenés lavadero?
–Es un lugar a donde entra el lavarropas y el calefón.
–Esos son…
–El lavarropas y arriba el calefón.
–¡Hay departamentos que están hechos…! –dice, indignada–¿Quién hace los departamentos? ¿Quién “piensa” los departamentos? Porque viste que tenés que andar… así como… los lavaderos son como… –hace gestos de estar abriéndose paso a los codazos.
–Super chiquititos.
–Sí, si si… los lavaderos son así –hace un gesto con los dedos indicando algo chiquitio–, un bajón. Así que bueno, estuviste con… el fin de semana. ¿Y qué más? ¿Qué hiciste? Ese “nada”… ¿qué fue? Dormir, descansar, tomar el té…
–Ni siquiera fui a comprar comida.
–¡Nada! –se sorprende–, ¿No comiste?
–Sí, lo que había. Fideos.
–Bueno.
–Igual… a la noche fui a trabajar, no es que…
–Claro, igual tu fin de semana es… estem… ¿el domingo también?
–Sí. Sí, por eso me cuesta tanto venir.
–¿Y por qué no tenés un día que no vas?
–Y, a veces me toca un miércoles, a veces me toca un…
–Ah, es variable.
–Claro, pero en la semana.
–Claro.
–Y suelen ser martes o miércoles…
–Escuchame, ¿y esos días que no vas? ¿Qué hacés?
–Duermo.
–¿Sólo dormir? ¿No hacés nada más? ¿No hacés o aprovechás tu día haciendo algo que te guste…?
–Miro mails.
–Ah… ¿te gusta el cine?
–Es muy caro.
–No, pero digo… ¿qué mirás? ¿Películas?
–Mails.
–¡Ah! ¡Mails! –dice hechándose para atrás.
–¡No! ¡Películas no!
–Claro, mails…
–Hace mucho que no miro películas, no escucho música…
–¿Quiénes te escriben? ¿O con quién te escribís?
–Mh… no tengo muchos mails personales.
–¿No?
Digo que no con la cabeza.
–Y extra trabajo… ¿tenés algún… alguien que te escriba extra trabajo? ¿O es toda gente del trabajo?
–No, tengo esta compañera de trabajo y algún que otro… cliente que… a veces…
–Te tira onda… ¿y con ellos no te ves? ¿No te ves con nadie extra trabajo? Digo…
–Te conté alguna vez que quise hacer algo pero…
–Me dijiste, sí, ¿y cómo fue eso?
–Es como una extensión, es como que pretenden una especie de extensión de lo que hay ahí, y es como… es como si no quisieran… eh… relacionarse con una persona.
–Mh… ¿pudiste…?
–O sea, no les interesa que yo tenga mi vida, mi problemática, mis cosas.
–No te preguntan por vos, ¿a eso te referís?
–¡No! A no ser que sea toda un cascabel.
–Claro, pero es como que continúe la…
–Claro.
–¿Pero te viste con esta persona fuera del trabajo?
–Claro, te conté que alguna vez intenté como…
–Pero así, me dijiste a título, no me contaste cómo había sido.
–Es que no fue nada especial. Es encontrarte afuera y con…
–¿Y dónde se encontraron?
–…y ver que es lo mismo. En un bar cualquiera.
–¿Ajá? ¿Y?
–Lo mismo. O es medio a escondidas.
–¿Porqué? ¿El tipo estaba casado?
–Claro.
–Y se encontró con vos a charlar, a tomar algo…
–A charlar y medio como… Primero que él no estaba alcoholizado, entonces ya estaba bastante más abajo, yo también. Y… y nada, es sentarte adelante de él y ver que está esperando que lo diviertas. O sea, la verdad es que a eso no lo veo como una relación.
–¿Y nunca pensaste en que alguien te divierta a vos? ¿De encontrar a alguien que te divierta un poco a vos? ¿Que te distraiga…?
–No, no… pero estoy hablando de… como el mecanismo de esas salidas.
–Claro, sí, te entiendo.
–O sea, “estamos acá, bueno, ¿a ver? Divertime”… ¡Buá…! –gesticulo con hartazgo.
–Claro.
–¡Qué sé yo! ¿Tengo cara de payaso?
–Claro. Y no te daba para hacer eso afuera del trabajo, además…
–¡Y no!
–Y por eso te pregunto, ¿no pensaste en la posibilidad de que alguien…? ¡Alguien que te entretenga a vos! Porque por ahí, digo…
–Lo que pasa es que este tipo de relaciones es como un contrato: “Yo te pago para que me diviertas”, y la verdad es que no me interesa pagarle a alguien para que me divierta. “Pagarle” en la moneda que sea.
–Seguro.
–Y él… vos pensás que esperaba eso de vos, nada más… según lo que decís.
–Y, estaba más que claro, sí.
–Y no, no hubo… o sea que tomaron algo y quedó ahí la cosa.
–Sí, desde que me senté, me di cuenta y dije: “Ah…” –hago un gesto de cansancio–. “¡Qué ganas de irme!”. Estábamos ahí y medio… ni siquiera se esmeraba en remontar un poco la situación, y yo tampoco tenía ganas entonces fue como bastante…
–Pesado…
–“Bueno, listo, ¿ya está?, “listo, chau”.
–Y… ¿con los que te escribís mails? ¿Hay alguno… con el que puedas… pensar…? ¿O algún amigo? ¿O…?
–No… alguna vez con esta compañera que te digo… ella me decía que está en un chat y que… no sé, bueno, estuve viendo lo que ella hace y es como que tiene una… una especie de “catálogo de personas” –digo, con cierto misterio, agachándome un poco y achinando los ojos. Ella se ríe y dice algo que no entiendo.
–¡Es increíble! Y les escribe y los tiene como en un top ten y dice: “Bueno, me escribió el que está más o menos en el 6, pero yo estoy esperando al del 10” y qué sé yo.
–Sí… –se la ve entusiasmada.
–Bueno, y está ahí con eso, y se encuentran… y al final es un trabajo más.
–¿Sí? ¿Te parece?
–Un trabajo extra.
–Yo sé que…
–Es como ir a hacer castings.
–Sí, sí… es verdad. Bueno, hay que ver…
–Pero ella está como apurada, necesita resolver…
–Conocer a alguien.
–O sea, no quiere trabajar más, quiere… está con su hija… Es como que necesita resolverlo y está por ahí, yendo…
–Quiere algo mejor…
–Ella me dijo: “No, vos tenés que hacer esto”, y qué sé yo, lo abrimos, me ayudó a hacer un perfil y… a veces me fijo, en los días que estoy así, que ya no tengo más ganas de estar haciendo nada…
–Claro.
–Pero me pasa que me da fiaca. Me parece un trabajo tener que estar mirándole el currículum a todos, ¿a ver…?
–No, ¿pero si por ahí no te lo tomás como un currículum? Porque como vos decís, por ahí ella está apurada con el tema de la hija y todo, pero digo, no es tu caso.
–Por eso de vez en cuando me fijo, pero la verdad es quem…
–Por ahí lo podés tomar como un juego, más que…
–Me cansa un poco, lo que pasa es que ese juego…
–Mirá, hay de todo en ese juego, porque yo recuerdo a una paciente que venía que… que se había divorciado y que… que empezó, y la verdad es que había de todo digamos, encontraba tipos así, que miraban el currículum, y otros tipos que… digamos, era encontrarte, reírse un rato, ir a tomar algo, ir a un cine o… no más que eso, digamos, ¿no? Había gente… interesante, gente… no tanto… ¡como en la vida! Digamos… La vida es igual, digamos, ¿no? Eh… Me parece a veces… hoy en día es muy difícil la vida, no solo te pasa a vos esto de… A ver, cuando me decís: “No tengo tiempo para conocer gente”. No es un tema solo tuyo, hay un montón de gente que le pasa eso. Por más que vos me digas…
–Por ejemplo… –toso–. No, ya sé que no es un tema solo mío y no me…
–¡Claro! ¡Hay mucha gente que no tiene tiempo o disponibilidad para…
–Lo que pasa es, por ejemplo, que… “Bueno, ¿y cuándo nos podemos ver?”, “Y, qué se yo, a las tres de la tarde” –dejo pasar unos segundos–. ¡Todo el mundo trabaja a esa hora! O sea, no existe alguien “disponible” para mí a esa hora.
–¡Claro, vos ahí tenés que usar tu día libre!
–“¿Tres de la tarde?” –digo, como si fuese otra persona–. “¿Fin de semana?”, “No, no puedo…” –hago un gesto de fastido.
–Bueno, pero por ahí tenés que esperar tu día libre, y tal vez si algo te interesa mucho un día podés faltar al trabajo… para poder tener un encuentro con alguien interesante, digo, ¿no? ¡También esa opción está! –la miro fijo, seria–. Un día, no te digo que te pegues varios días el faltazo, pero… digo, un día ver a alguien copado que te interesa y hasta… y a las ocho puede y… o… a las nueve, ¡por ahí lo hacés! ¿No? Porque es como… sos bastante… eh… Con lo que me contás estás en una rutina… Obviamente que si vos no trabajás no… no… no vas a facturar, digamos, o sea que no es una cosa que vos podés…
–¡Es que tengo deudas!
–Por supuesto, como te digo.
–Ese es mi problema.
–¿Cada tanto? ¿Una vez que no vayas? Me parece que no pasa nada, digo… ¿no?
–Mh. Es que a veces no me siento muy bien, estoy cansada y realmente estoy harta de ir al bar y no puedo más, y me quedo en mi casa acostada.
–Ah…
–Y no voy.
–Bueno, pero podés cambiar ese faltar cuando estás mal por faltar cuando estás bien, ¿no? Diría, no darle lo mejor de vos al trabajo.
–Pero por ejemplo… cuando estoy mal, y no voy, y me quedo en mi casa.
–Sí.
–Tienen el teléfono de mi casa y… tres de la mañana me llaman: “¿Cómo estás? ¿Estás bien?”. O sea, están como controlando a ver qué estoy haciendo.
–Mh. Y arreglás para encontrarte con alguien sabiendo que hasta las dos de la mañana, ¡una! No te van a llamar… qué sé yo. Pero te podés ir a tomar algo, a cenar, al cine y volvés. ¿No? Estem… podés no antender y decir: “No, estaba durmiendo”, digo. ¡Qué sé yo! ¿No? Tampoco es que tiene que ser todo tan… ¿no? Tan… “perfecto” –acentúa la palabra–. “Siempre disponible” para ellos. Digo, me parece que a veces podés decir que no también.
–Qué sé yo –digo triste y melancólica mirando mis manos cruzadas sobre las rodillas–. No sé si es tan fácil –agrego sin levantar la vista–. Tengo varias cosas en contra, hay un montón de chicas de veinte años.
–Sí, seguro. Me contabas el otro día que te dabas cuenta de eso, de que el tiempo pasaba y que… –suspira–. Seguro –dice, comprensivamente–. Pero tampoco es… a ver, digamos… me imagino que, por lo que venimos hablando, las dos sabemos que no es tu aspiración máxima, entonces, de alguna manera, por ahí encontrar un poco de… “Bueno, ¿qué otra cosa podría empezar a mover para salir de esto”. De a poco, ¿no? No va a ser de un día para el otro, pero…
–Bueno, estos días que estuve sin hacer nada agarré la guitarra.
–Mjm.
–Quise ponerme a… ¡no sé! A ver si puedo armar algo para tocar. Hacer algo.
–Un repertorio, algo.
–Y a ver qué cosas me dan ganas, o de ver si puedo hacer “yo” algo.
–¿Ajá? ¿Y?
–“Nada”.
–¿No se te ocurre nada?
–No… sí… pero… –hablo con mucho desgano.
–¿Clases de guitarra? –me interrumpe–¿No tomás más?
–No.
–Porque por ahí eso… ¿viste?
–No tengo plata. No puedo pagar algo así.
–Hay una cantidad de lugares… Centros culturales…
–¡Pero los centros culturales tienen unos horarios que para mí son imposibles!
Se ríe y dice algo que no entiendo.
–“A la mañana” –digo con resentimiento–. ¡No puedo! ¡Es una tortura!
–¿Las deudas qué son? ¿Las de las expensas y qué más?
–Y me prestaron plata también, porque no tenía. No sé, de a poco voy como…
–Vas juntando como para pagarle, ¿a quién le debés? ¿Qué, es alguien…?
–A una compañera, por eso cada vez que me dice si la puedo cubrir... es como que… Ella ya me cubrió varias veces económicamente, no tanto en los días.
–Claro, entonces le decís que sí.
–Y… ¡es como un intercambio!
–Ahora, Clara, fíjate que… a ver…
–Por eso pago… me dijeron: “Vos podés pagar lo que quieras, más también podés pagar”. Y la verdad es que… no sé.
–Claro, lo que pasa es que… ¿cómo que “podés pagar lo que quieras”?
–¡Acá! ¡La cuota de acá!
–¡Ah…! ¡No…! Acá está claro que es así, digamos… Estem… Pero… digamos… Más allá de lo que sucede acá, me parece que lo que queda claro es que es un trabajo que en un punto no te cubre tampoco todas tus necesidades.
–No, pero si yo estuviera todos los días 9 o 10 horas ahí, sí me cubriría, pero estoy tratando de no, entonces… ¡No llego! ¡Obviamente!
–¿Y lo del tema de vender? Decís que no, no te gustaría tampoco. Te parecería aburrido estar en un negocio todo el día… o medio día…
–¡Me parece horrible! Pero me parece a esta altura que es la única alternativa… tal vez estoy tratando como de convencerme…
–De que va a ser un poco más normal, por lo menos –termina lo que estoy diciendo sin dejar de mirarme de costado–. Y que no te va a perseguir el tema de la edad de la misma manera, digamos, ¿no?
–Claro.
–Como en un trabajo como este, donde la edad es tan como… tan “cara”, ¿no?
–Sí.
–Sí… puede ser, puede ser… y tal vez el cambio a nivel “social” te conecte con otro tipo de gente, ¿no?
–Compradores.
–Compradores, pero de otras cosas –se ríe–. Compradores sí, pero de otras cosas –repite–. Digamos, ¿no?
–Mh.
–Porque ahí… estem… ¿no? Eh… lo que se compra es bastante poco tangible, en donde vos trabajás, ¿no?
–Bueno, no sé. Es totalmente tangible… –hago una mueca que podría ser una sonrisa.
–¡Bueno! ¡Sí…! ¡Es verdad…! Pero… de alguna manera lo que se busca no se compra.
–“Si me compran a mí”, no es tan tangible.
–¿Por qué?
–Y, porque es todo chamullo.
–Claro, claro claro. Pero cuando compran a otra sí, es más “concreto”, digamos.
–Sí, concretísimo.
–No, en tu caso… ¿no? Como vos decís es más chamullo… el chamullo cansa.
–Mucho.
–¿No? Que me preguntabas “vos, que sos psicóloga…” –se ríe–. Es verdad, ¡el chamullo cansa! –ahora se ríe a carcajadas.
–¡Pero yo no te cargaba! –digo, entre sus risas–. Yo te estaba preguntando… algo enserio.
–¡Es que es verdad que el chamullo cansa! ¿O no?
–Y cansa… sí.
–¡Sí! ¡Obviamente que cansa!
–Y más cuando estás con gente que está todo el tiempo haciéndose el chistoso y tirándotelas así…
–Bueno…
–…una indirecta tras otra, que no son indirectas, pero que tenés que estar ja ja ja –otra vez hago una mueca que podría ser una sonrisa.
–Y que tenés que estar como conquistando.
–Por ejemplo el chistecito de: “Ah, vos ya estás vieja y por eso nos charlas” y cosas así, “ay, qué divino, ja ja ja” –digo, con carita simpática–, “Y vos sos pelado”. Encima no podés agregar eso.
–¡No! ¡Claro! O sea que vos ponés tu cara ahí y ah ah ah –hace un gesto como si estuviera asomando la cara por una ventana.
–Sí, pero para no guardármela, todo el tiempo estoy como…
–¿A la defensiva?
–Sí, pero… y desde un lugar donde se entiende “pero”… Entonces eso te desgasta muchísimo porque es “to-do-el-tiem-po” en un lugar que es insufrible. Me tendrían que pagar mejor.
–¿Ah? Sí. O tendrías que hacer otra cosa que no sea tan insufrible, ¿no?
–Si por semejante trabajo me pagaran bien, diría: “Bueno, por lo menos se valora lo que estoy haciendo”.
–Claro –me dice, juntando las cejas–. Tal cual. ¿Mjm…? Si, por eso me parece que es importante… –suena su celular, lo mira–, esto de pensar en poder tomarte tus licencias, ¿no? Más allá del dinero que debés y todo, ¿no?
–Pasa que a veces, te digo, es agotador y hay muchas chicas que faltan muchas veces.
–¡Y sí!
–Y yo también a veces falto porque es muy agotador.
–¡Claro, pero…!
–Entonces yo no puedo…
–Entonces es agotador físicamente, pero para vos también mentalmente.
–Para las chicas también, porque para todos es un tema la edad… están todas a ver si se hacen las lolas o no, si engordaron medio kilo… o sea, ¡es agotador!
–Sí, sí… es agotador –dice, como si ella misma hubiera trabajado años en el mismo bar–. Es agotador, pero los trabajos a veces son agotadores. El tema es, digamos, que vos le puedas encontrar la vuelta. Y este trabajo creo que ya le has buscado todas las vueltas, digo… a ver: has pensado en el tema de tocar música ahí, eh… ¿no? Hiciste tus “cosas” como para buscarle la vuelta, pero pareciera que no…
–Mh.
–No la encontrás. Por eso me parece interesante tu planteo de, bueno, a veces, cada tanto preguntarte qué querés para vos, ¿no? Qué… qué… sent… Digamos, si está bueno por ahí empezar a pensar en otra cosa, empezar a buscar otra cosa… Estem… me parece que, bueno, es interesante ese planteo, ¿mh? Y vos traés esto como, este cambio como “encuentro algo más normal”, ¿no? Eh… Normal en el punto que te posibilite también otros horarios, otra gente que te rodee, cambiar un poco la historia.
–Lo que pasa es que el tema del horario ya hace que el mundo de las relaciones sea con la gente que se maneja en ese horario.
–Totalmente –dice y golpea la mesa con la palma de la mano.
–En el horario –arrastro la voz– que te tocó o en el que trabajás, qué sé yo.
–Sí.
–Y la verdad es que… ¿la gente que se maneja en mi horario? Es bastante… jodida.
–Totalmente. Seguro.
–Y a parte…
–¡No por juzgar! ¿Eh?
–…la mayoría…
–¡Pero es que es verdad que…!
–…de los que se manejan en ese horario es… o están ahí casualmente porque están medio escondiéndose de otra cosa o, si ya están ahí, como yo…
–Mhm.
–…es gente… como yo. Y no quiero gente como yo.
–Este… Sí, me parece que de todas formas, cuando decís: “No quiero gente como yo”, estás hablando sólo en algún aspecto tuyo, ¿no? El aspecto que mostrás en tu trabajo.
–¡No! ¡Todo! En general… lo que te hablaba recién era lo supuestamente “normal”.
–¿Quiénes serían los normales?
–El tipo con el que me encontré, por ejemplo.
–Sí, pero bueno…
–¡Cuando digo: “La gente como yo”…! Es gente que… hay mucha especulación, todo el tiempo manejando las cosas desde un lugar…
–Especulativo –agrega rápidamente, como si se tratara de una adivinanza.
–Sí… como que no te comprometés con nada porque sabés que es todo medio de fantasía. Y la gente está así, como totalmente…
–Mirá Clara, ahora que decís esto me da para hacer una pregunta y por ahí contestarnos la próxima porque ahora ya no queda tiempo, pero… Este tema del mundo de fantasía... no es la primera vez que lo decís así, no es un mundo, es como una fantasía, ¿no? Uno… me gustaría como que paráramos en este punto y nos quedemos pensando para que lo retomemos la próxima, ¿no? Eh… “el mundo de fantasía”, ¿no? ¿Porqué habrás necesitado armarte y meterte en este “mundo de fantasía”? ¿No?
–Y, cuando sos más joven es más lindo… porque te la creés más. El tema es después sostener eso.
–Y hay que ver si te sigue sirviendo, ¿viste? A uno le sirve una cosa para un momento… otra cosa para otro momento… viste que no sirve siempre lo mismo.
–¿Personalmente?
–Mjm.
–Creo que incluso el mundo de los normales también es de fantasía.
–Sí, no sé qué es “normal” y qué no es “normal”.
–Solamente que como son más… tipo… “El Mundo”… la maquinaria más grande…
–Sí, que a veces…
–Que se supone que es la “normalidad”, porque es la que abarca más cantidad de gente y tiene un consenso mayor.
–Claro, la pregunta sería si la “normalidad” está buena siempre.
–¡“Eso” es una fantasía también! Solo que está más compartida.
–Digo, la pregunta es si la “normalidad” es sinónimo de “lo que te hace feliz” o “lo bueno”, digo. Porque por ahí tampoco la “normalidad” es sinónimo de…
–No.
–¿No?
–Yo no digo que te haga feliz, digo que por lo menos pertenecés a un grupo más grande en el que no te están tachando todo el tiempo –suena su celular.
–Sí…
–O sea, que es como que estás un poco más resguardado en la masa, en el anonimato, en que no te miran, no sé… ¿se entiende?
–Sí, si si… algo te entiendo. Algo así. Pero bueno, me parece que da para más el tema, sobre todo esto de que… “la realidad”, “la fantasía”, “la normalidad”… parece que son cosas que nosotras tenemos que pensar en serio también, ¿no?
–Sí.
–¡Bueno, te veo el lunes! –dice casi gritando–, ¿Sí?
–Bueno, voy a tratar de…
–¡Y tratá de venir como puedas! Levantate y venite, ¿dale? –sigue hablando muy fuerte–. Hacé el esfuerzo –se ríe.
–Lo hago –digo, mientras nos levantamos.
Se ríe, nos damos un beso en la mejilla.
–Chau, hasta la semana que viene –me dice, palmeándome el omóplato.
–Te traigo la semana que viene el papelito –la miro por sobre el hombro antes de irme.
–¡Sí! No te preocupes… –me responde ya casi cerrando la puerta.
–Gracias, chau.
–Chau.