Sesión 7: Un barrilete de hormigón














· (Cambios en la sesión)
· La mentira
· Un barrilete de hormigón
· La trampa
· Whisky y ética

Lunes 12 de agosto de 2012

Camino tranquila por el pasillo que por el momento está bastante silencioso. Miro el interior de los consultorios que tienen la puerta abierta hasta llegar al mío, donde está sentada D. Entro sin detenerme mientras la saludo.
–Hola.
–Hola, Clara, ¿cómo andás? ¿Bien? –se acerca y me da un beso en la mejilla. Cierra la puerta.
–¿Qué tal?
–Bien, ¿cómo va?
–Bien, ¿vos?
–Bien. Acá andamos –se sienta–. ¿Cómo estás? ¿Cómo fue la semana?
–Acá –suspiro, apoyo una mano arriba de la otra sobre la rodilla que está encima de la otra. Me enderezo.
–¿Bien?
–Mh.
Me mira fijo.
–Bueno, menos mal que… cambiamos el horario. ¿Se puede mantener este horario o…?
–Se puede mantener, más que nada porque la que viene dos y media llega siempre antes y espera un montón, entonces estaba re contenta de que viene una y media –me mira y habla con el mentón muy cerca del cuello.
–Ah, bueno.
–Así que… –se ríe sin ganas– buenísimo.
–Mejor para las dos.
–Y vos también, así que… ¡bárbaro! Se ponen de acuerdo a veces, me parece, ¿no? –se sigue riendo.
–Sí –contesto intentando sonreír.
–Bueno –suspira.
–Bueno, bien.
–Bueno… así que: ¿cómo va?
–¡Bien! –contesto por enésima vez.
–¿Bien?
–Sí –trato de disimular mi fastidio–. Bien… eh… Nada, nada en especial.
–¿Nada en especial? –no respondo–. Bueno, hablá de lo que quieras.
–Ehm… me quedé pensando un poco el otro día.
–Mh.
–De lo que hablamos.
–Lo que me preguntaste –termina la frase con un gesto de interrogación–, sobre la mentira –vuelve a hacer el mismo gesto.
–Sí. Pero al final creo que no me diste ninguna respuesta.
–Y… igual… no importa. Digamos… qué pienso yo sobre la mentira…
–¿Por qué no? –la interrumpo.
–…es una cosa muy teórica. El tema es qué es para vos la mentira.
–Claro. Bueno, no… es que en realidad… no está mal que me cuentes sobre “la mentira” en relación al psicoanálisis, qué significa y demás.
–Ah… bueno, si querés te cuento… –dice sin ganas–. Bah, no, no sé, me tendría que fijar y te cuento –se ríe–. No sé qué esperás que te diga, es según cada autor… pero digamos, ¿qué pensás vos con lo que pasó?
–Lo que pasa es que…
–Acá pasó algo “concreto” –acentúa la palabra–, no es qué es la mentira, o qué me parece que es la mentira… ¿pero lo que es para mí la mentira?
–Esto fue un caso, pero la mentira…
–Vos querés saber “la mentira” en general –me mira seria, parece dudar si darme o no esa respuesta–. Pero… ¿y por qué querés saber qué es la mentira?
–O el engaño, o hasta dónde llegan, cuál es el límite.
–¿Y por qué te interesa que yo te diga…?
–¿En realidad cuándo llega a ser engaño y cuándo no? Me parece que…
–Bueno –me interrumpe–, habrá que ver caso por caso.
–…las palabras Engaño, Mentira… tienen una connotación moral bastante importante –concluyo, tratando de adivinar cuáles son los resultados de lo que digo en los gestos de D.
–Seguro –nos miramos casi sin movernos por un momento.
–Entonces eso ya…
–¿Y a vos qué te pasa con eso?
–Mh… no sé si es que me pasa o no algo. Me gustaría como… no sé, siento que el límite es una franja bastante amplia de… como… como bastante desdibujada.
–Sí.
–No es un límite muy “concreto”.
–Cuándo es mentira y cuándo es engaño –dice, y hace su gesto de interrogación.
–O cuándo es y cuándo no.
–Ajá.
–Lo que sea.
–Sí… o cuándo es mentira o engaño y cuándo no lo es.
–Claro.
–Vos lo que decís es que es difícil darte cuenta, a veces.
–Mno… de repente hay muchas cosas, muchos factores. Depende de muchas cosas, por ejemplo cuáles son los códigos que se manejan… mil cosas, y eso hace que finalmente no exista algo cierto.
Me mira en silencio por un rato, gira la cabeza para un lado, después para el otro sin dejar de mirarme.
–Vos lo ves y decís: “bueno, yo te ilustré con este caso”, ¿no?, de la mentira. Cuando este pibe te dice: “vos me mentiste”, ¿no? Entonces vos me preguntabas: “¿le mentí o no le mentí?” –no hablo, espera y sigue hablando ella–. Pero digo… ¿en qué otros momentos te pasa? Con todas estas cosas, el tema de la profesión… porque también hay un planteo ahí me parece, ¿no?, cuando vos llegás acá y decís…
–Sí, por ejemplo, ¿lo que se llama “tener una actitud políticamente correcta”?
–Sí.
–¿O lo que se llama “protocolo”?
–Sí.
–Podría llamarse engaño también.
–Mh –me mira, mira las cosas que hay sobre la mesa, piensa–. El protocolo como engaño –afirma y termina con su gesto de interrogación.
–¿Y? ¿Por qué no? O sea… ¿quién define eso?
–Mjm.
–Porque, por ejemplo, yo podría decir que dentro de mi realidad, en este tipo de lugares…
–Sí.
–Donde se manejan determinados códigos…
–Mjm.
–Lo que yo hago no es ser ni falsa ni engañosa.
–Mh mjm –pone gestos de duda.
–Simplemente es protocolo.
–Parte de tu trabajo.
–¡Se podría llamar protocolo también! –insisto buscando que me de la razón.
–También.
–En vez de poner una cucharita al lado de una cuchara, me sonrío así y me siento de tal manera.
–Sí.
–O sea, es lo mismo.
–Sí.
–Sólo que está del lado oscuro de la sociedad –agrego con un tono algo solemne.
–¿Pero vos alguna vez te sentiste engañada? ¿Sobre lo que tenías que hacer en el trabajo?
–¡Ay, pero es lo que venimos hablando! Yo siento que estoy actuando todo el tiempo.
–¿Pero ante quién? ¿Ante los demás o ante vos? ¿A quién estás engañando? ¿A los demás…? –dice lentamente–, ¿O a vos?
–¡No no no no! Estoy “actuando”, no estoy “engañando”.
–Claro, por eso, pero digo… eh…
–Entonces, ahí es donde empiezo a decir “bueeeno…” ¡Qué se yo! No sé, o sea… Empieza a ser toda una mezcla. Yo me imagino que ser una persona que se dedica a la diplomacia y está así por todos lados –hablo con la voz nasal–, llega un momento en el que también se debe cuestionar… ehm…
Afuera llora un bebito.
–¿Por qué?
–Y no sé. Representar un papel constantemente hace que… que en algún momento te cuestiones hasta qué punto… no sé.
–Mjm, ¿que te cuestiones…? Entonces para vos el cuestionamiento va más con vos misma que con qué le afecta a los otros.
–Es que sinceramente, para los otros… la realidad es la que vos les presentás, y no hay mucha… sobre todo en lugares en donde no hay vínculo.
–Sí.
–Ni importa.
–No. Ni importás vos.
–Ni importa la realidad que tengas detrás de la actuación que estás…
–Seguro –habla con la boca fruncida y las vocales suenan todas como una u–. Ahora, ¿y a vos qué te pasa con vos misma? ¿Vos podés permitirte no actuar todo el tiempo? ¿Para los demás? ¿O en algún momento vos podés…?
–El tema es que –la interrumpo– por fuera de eso no hago otra cosa. Entonces yo no sé si sería o no de otra manera.
–Claro.
–En otro ámbito o en otro lugar. Porque no hay otro.
–Clara, ¿y qué pensás de ese “no hago otra cosa”? –ahora habla con la voz suave y finita– ¿Qué pensás?
–Mh… a veces me digo “bueno, a ver, ¿qué me gustaría hacer?”, “Nada”. –emite un resoplido cortito por la nariz que podría ser un principio de risa–. “¿Qué tengo ganas de hacer?”, me da sueño ya… pensar en qué tengo ganas de hacer me cansa, me quiero ir a dormir.
–Mjm.
–Y en serio, me quiero ir a dormir en serio. Me agoto. O sea, ni siquiera llego a pensar… ya decido que estoy cansadísima, y me voy a dormir –hablo rápido, tartamudeando un poco.
–O sea, pensar te agota y te cansa. ¡Pensar en vos te agota…!
–¡No! ¡Pero yo pienso todo el tiempo! –muevo mucho las manos para disimular el tartamudeo–. Pienso un montón y no me parece tampoco que piense mal ni, ni…
–¡No! –dice exageradamente, levantando las cejas y una mano.
–Ni que sea una estúpida, pero…
–No, no.
–Ya el hecho de pensar –miro hacia la pared que tengo a la derecha como si fuera una pantalla con imágenes de mis días– ¿qué haría yo? –digo muy lentamente, acentuando cada palabra–, ¿por fuera de todo eso? –señalo la pantalla imaginaria a la vez que voy subiendo el tono de voz–, ¡Me-a-go-ta!
–Sí, el problema del agotamiento que sentís… –dice, mientras se reclina sobre el respaldo y mueve una lapicera sobre la mesa–, es que entonces seguís… digamos, como… Bueno, ¡en el trabajo en el que estás!
–¿Cómo? ¿Que sigo en el trabajo en el que estoy?
–Mjm… porque te “cansa” pensar en cambiar. Entonces te dormís, te cansás y volvés a tu laburo… –sube al mismo tiempo los hombros y las cejas–, al que… –insiste con el gesto– me permito cuestionar si realmente querés estar ahí, ¿no? Una vez hasta me dijiste “no quiero estar más ahí”. Me parece que este “cansancio” –cada vez que dice esta palabra estira mucho la n– es el que te hace…
–¡Sí, pero si “yo… –la interrumpo casi gritando– no quiero estar ahí”. ¿Dónde estaría? Durmiendo. Entonces, bueno… “algo”, por lo menos “algo” hago.
–¡Está bien, algo hacés, yo no digo que no! ¡Es un trabajo además…! Es “tu” trabajo. ¡El tema es que no sé si es lo que vos querés! No es por el trabajo en sí que yo hago este cuestionamiento, ¿eh? Por ahí viene una persona que vende en un negocio o viene una persona que… le estaría preguntando lo mismo, ¿eh?
–Jm –gesticulo con cierto despecho.
–Eh… digo… –cambia su posición en la silla–. El tema es cuestionarse cuando uno no hace lo que quiere. Y eso nos puede pasar en todos los ámbitos, no necesariamente… en… lo que vos hacés. Entonces… ¡enfrentemos esta situación! –dice, heroicamente– Que te cuesta, ¿no?, encontrarte con “eso”. O porque es complicado –lleva las dos manos hacia un borde de la mesa–, ¡o porque venís “cansada”! –las lleva hacia el otro borde, dejándolas caer junto con sus hombros, como si se desarmara toda ella por el cansancio.
–Las dos cosas. Estoy cansada, y por otro lado ¿hacer otra cosa…? Ya es como remontar un barrilete de hormigón, es como…
Se ríe por la nariz.
–Me gustó la imagen –dice muy satisfecha, con los brazos cruzados y una sonrisa enorme.
–Imposible –digo, arreglándome el flequillo–. Ya soy grande, mi experiencia va por un lugar que no coincide con las cosas que… que me sacarían de ese lugar.
–Pero no es imposible, conozco gente mucho mayor que vos que…
–Y hay un límite, pero también sé que tengo mis habilidades dentro de ese lugar.
–Mjm, ¿y qué habilidades por ejemplo?
–Es que… para donde va… es como que… –hablo lento, aburrida. Suspiro–. No sé, es un ambiente cada vez más oscuro.
–¿Por qué?
–Y… es medio volverse una persona un poco cínica… tratar con gente: “tratar” con “gente”.
–Mh… entonces seguir ahí te hace volver una persona muy cínica, te hace meterte en lugares muy oscuros.
–Es que ya lo estoy siendo.
–Mjm.
–Y hasta ahora un poco no… no se dificulta tanto porque “todavía” puedo sostener ciertas cosas, pero después, cuando sea más grande –hablo como si estuviera narrando un cuento infantil–, “eso” no lo voy a sostener yo, sino que voy a necesitar “gente”, chicas jóvenes que lo sostengan. Entonces tendría como que… empezar a manipular a la gente. Hasta ahora la gente medio que hace lo que quiere y yo estoy ahí de nexo. Pero tendría que empezar como a…
–Sí, a manejar otra cosa.
–A manejarlas.
–¿Y?
–Como si fueran instrumentos.
–¿Te ves manejando a…? –uno de los brazos queda cruzado como antes y con el otro hace gestos, mueve la mano y los dedos como un marionetista, frunce la nariz y tiene el mentón casi pegado el pecho–. ¿Cómo si fueran…?
–Sé que podría hacerlo, pero es justamente lo que…
–¿Lo que qué? –está impaciente, me mira asomada por detrás de la mano que ahora está inmóvil.
–No querría, porque… qué sé yo…
–No querés eso para vos –usa su habitual gesto de interrogación.
–No… yo sé que si no estoy yo va a haber otro. Eso está claro.
–No es que las vas a salvar por ya no estar ahí.
–¡No! No existe la Madre Teresa de Calcuta ahí.
–No, el tema es qué querés hacer vos con tu vida –se endereza.
–Bueno, ahí hay un problema.
–¡Claro!
–¡No es “lo que yo quiera”! ¿Entendés? Porque, inmediatamente al “qué querés” viene toda la sucesión de cosas…
–¿De qué cosas? –me interrumpe.
–…imposibles de encarar.
–Bueno, será cuestión de encarar cosas más posibles entonces.
–Mj mj –muevo la cabeza para un lado y para otro, burlándome.
–¿No?
–No hay.
–¿Ninguna cosa es posible?
–A ver, ¿qué podría conseguir “yo” para poder pagar un alquiler y mi… mi… mis gatos? Tendría que estar trabajando…
–Sí.
–…doce horas por día.
–Sí, u ocho horas por día.
–¿Ocho horas? ¿En dónde? En un call center…
–No sé dónde… ¿pero algo de ocho horas no te daría algo para bancar algo digamos, o para compartir con alguien?
–¿Compartir con quién?
–Alguien.
–¿Quién es “alguien”?
–Ah, no sé… eso no lo sé. Si tuviera a alguien te lo mando –se ríe–, pero no tengo a nadie.
–Yo tampoco –la miro muy seria. Ella sigue riéndose.
–“Ah, mirá, conozco a alguien que…” –dice, como si le estuviera hablando a alguna persona imaginaria.
–Aparte, la verdad es que no tengo ganas de compartir con “alguien”.
–¡Bueno! Pero, a ver –se acerca a la mesa y le da una palmadita–, ¿es muy imposible que con un laburo de ocho horas te banques vivir sola?
–Sí.
–¿Por qué?
–Porque con… o sea, con como fui construyendo las cosas, el laburo de ocho horas que conseguiría sería… primero que no sería de ocho horas, y segundo que sería en un kiosco, en un call center, en…
–Mh… ajá…
–¿Y cuánto cobrás ahí? ¿Lo justo para un alquiler? ¿Y después qué hago?
–¿Y cómo construís las cosas? –la miro sorpendida–. Vos decís “con cómo fui construyendo”…
–¡Y qué sé yo! –la interrumpo–. No tengo una experiencia laboral, no tengo una carrera, no tengo… un currículum amigable para conseguir algo.
–Sí, y…
–No tengo contactos como para que me digan “bueno, está bien, serás la secretaria de tal”, de pipipí, de un… odontólogo.
–¿Nadie? De tus… tus…
–No, nada. O sea, en el lugar en el que estoy…
–El tema no es tu laburo, ¿no? Yo te diría… El tema me parece que no es tu laburo, el tema es que vos te encerrás en ese laburo. Porque, digamos… obviamente es un laburo que te deja poco tiempo para la vida en otro lado, y así y todo me parece que tendrías que hacerte un tiempo para hacer otra cosa más que tu laburo. Algo que te guste… desde, no sé, un curso de guitarra… –enumera con los dedos mientras mira hacia el techo como leyendo una lista–, hasta… ir a bailar salsa, o… Estoy diciendo pavadas pero, digamos, lo que me parece insólito es que nada más…
–Lo que me pasa… –la interrumpo–, me pasa esto: que… que siento que un “curso de” en este momento de mi vida es una estupidez. Lo siento así, realmente.
–¿Por qué? Ahí aparece la cínica, disculpáme, pero es así. Porque no digo un “cursito”, digo que te capacites para tener otro tipo de laburo.
–Pero para que me capacite en qué –digo tentada de risa–, ¿en bailar salsa?
–¡No! ¡Eso te lo dije porque sí! Pero digo… a ver, claro… Si vos seguís haciendo siempre lo mismo… o sea, “si hacemos siempre lo mismo, obtenemos siempre lo mismo”.
–Sí.
–¡Es así! –dice, moviendo las manos de abajo hacia arriba sopesando algo invisible– ¡No hay otra! O corrés un poquito –ahora representa con las manos el movimiento de correr un mueble pesado para un costado–, o seguís en esta. Si seguís en esta, yendo a laburar y durmiendo, yendo a laburar y durmiendo… al final es como dice el General Perón, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Estem… ¡es así!
–Bueno… es la realidad de…
–Está, pero… ahí no hay posibilidad de cambio. Es difícil lo que te digo pero es así. Sacando… bueno, un milagro o… alguien que aparezca, como vos decís, que las chicas esperan que alguien aparezca y las saque de…
–¡Ah, sí…! Pero eso justamente, ¡eso! ¡Esa parte de las chicas es la que me posibilitaría una carrera brillante en relación a lo que no quiero hacer!
Se ríe.
–¿Por qué? –pregunta entre risas–. ¿por qué, vos decís que si les decís “vení, yo te saco de acá…”?
–Algo así, –la interrumpo–, ¡obvio! Aparte son como… re vulnerables justamente por eso, por esa cosa ilusa que sostienen.
–Yo lo que no puedo creer es que con tu nivel intelectual no se te pueda ocurrir otra cosa, tipo… a ver, entiendo a una chica que no le da… bué, pobre, ¿no? Eh… como vos decís, espera el príncipe azul o no sé, y sigue haciendo lo mismo. Pero, ¿a vos…? ¿Vos…? ¡Te da para más! En mi humilde opinión, vos podés decir… no es que te esté tirando rosas, ¿no?, porque a veces…
–Sinceramente… –la interrumpo.
–…que te de para más no significa que te vaya mejor –me interrumpe a su vez–, pero…
–Pero es que hay algo ahí… medio como una trampa, porque…
–¿A ver…?
–Insisto, me doy cuenta que no soy una estúpida, y pienso “la verdad es que yo no tengo ganas ni de atender un kiosco, ni de…” –hablo muy tranquila, con un tono muy suave.
–¡No…!
–Ni de nada de todo eso, y no tengo la voluntad de ponerme a trabajar así, cosita por cosita, construyendo algo…
–¿Y quién te está…?
–¡Lo que pasa es que eso ya lo hice acá! ¿Con esa cosa ilusa de las chicas…? –ella dice que sí con la cabeza–, y por otro lado, tipo “bueno, voy a llegar a tal o cual cosa”. Y así años, años y años hasta que me encuentro en un lugar en donde… Yo sé que es decir “bueno, está bien, me dejo llevar”, y me va re bien, económicamente me puede ir mucho mejor, puedo empezar a tratar con determinadas personas, puedo empezar a tener “gente a cargo”… qué sé yo. Pero es un lugar que… ehm… no sé, me trae conflictos. Éticos.
–Claro, te trae conflictos…
–Eticos –insisto.
–El conflicto ético, ¿qué significa? ¿Que vos manejás a las chicas y la gente…?
–¡A ver! –hablo muy fuerte–. Que uno sepa que lo puede hacer no significa que tenga ganas de hacerlo y… veo esa posibilidad y sé que puedo manejar determinadas cuestiones. Y la verdad es que… nada, me gustaría tener mucha más plata, no tengo un mango ahora porque trato de no hacer nada de eso.
–¿Pero qué harías? ¿Manejar a las chicas…? ¿Manejar a los clientes…?
–¡Pero sí! Y aparte tendría como… nada, no hace falta hablar de eso. Pero… no sé, es como que me equivoqué de “carrera”, ¿entendés? Me metí en una “carrera”…
–¿Que últimamente te hace ruido?
–¡Que no me gusta! Y aparte con la intención… yo estaba haciendo eso con la intención de alguna vez, en algún momento meter lo otro y salirme de eso. Bueno, eso no sucede. Y son como cosas paralelas… que ni siquiera son paralelas, es como lo mismo que las chicas, que “tienen la ilusión de algún día encontrar…” ¡Bueno! ¡Dale! ¡Estás bailando en un bar hace años! O sea…
–Bueno, sí, aceptemos que… entonces: estás acá, en el lugar en que estás, tu laburo digo… en ese laburo por una situación de ilusión que te hiciste. De pronto complicada…
–¡Y en un momento fue así! Pero ahora…
–Pasó el tiempo.
–Claro. “Ok, listo. Me dediqué a esto”. Y estoy al borde de que… de conseguir lo que dije “bueno, listo. Odio a todo el mundo, voy a hacer esto”, pero ahora digo “bueno, no, la verdad es que… no sé”. Así que…
–Así que…
–¡Y empezar de cero… en otras cosas! Me da pero una paja terrible, porque… ¡por mil cosas! –digo, agotada.
–Mjm… ¿qué te da fiaca?
Suspiro.
–Y que yo ya tengo como mucho bagaje con un montón de cosas y empezar de cero en algo es estar con un montón de gente que empieza de cero también, con todas sus expectativas y qué sé yo… y la verdad es que yo ya no creo mucho en eso.
–¿En qué?
–Y… ¡qué se yo! –me aflojo en la silla, como si me desparramara–. Es como tener que actuar de que creo en eso, de “¡ay, qué lindo, voy a ser… radióloga! ¡Qué interesante!”. No sé, no… no me interesa.
–Bueno, eso no, pero…
–¿Ponerme a estudiar una carrera, un cursito?
–¿No?
–No tengo disponibilidad en mi cabeza para eso.
–¿Por qué?
–¡Porque no tengo disponi…! O sea, yo no me voy a sentar a estudiar para un parcial… ¡ya fue eso para mí! ¡No tengo mi cabeza en eso!
–¿Por qué ya fue? ¿Habías empezado la facu vos? ¿Algo? No…
–No, empecé a estudiar música. ¡No tengo disponibilidad para eso! ¡Sinceramente! ¡No!
–¿Estás durmiendo bien?
–Como te conté hasta ahora.
–Cortado… o sea, ¿llegás a qué hora?
–Depende el día.
–Por ejemplo…
–A la madrugada… a la mañana…
–A las dos, a las tres, a las cuatro… cinco…
–¡No, a las dos nunca!
–Nunca, mucho más tarde. Cuatro, cinco, seis…
–Cinco… siete…
–Cinco, siete –repite–. Ymmm… ¿y estás tomando? ¿Seguís tomando? ¿Así, cuando llegás a casa o los fines de semana?
–Más o menos, depende.
–¿Qué es más o menos?
–Depende.
–¿De qué?
–Del día. De mi estado de ánimo.
–Cuando estás medio bajoneada… ¿tomás más?
–No, me voy a dormir.
–¿Y cuándo tomás? ¿Cuando estás de mejor ánimo? Cuando estás… ¿despierta? ¿Cuándo?
–Y, es como una especie de… relajante.
–Mh… ¿whisky?
–Sí.
–Eso era lo que tomabas, ¿no?
–Sí.
–¿Y qué tomás? ¿A qué hora? Por ejemplo. Vos dijiste que en el laburo tomás –digo que sí con la cabeza–. Ok. Y… ¿en tu casa?
–No sé… –digo, desperezándome–. Cuando veo que no tengo muchas cosas para hacer y que no me divierte nada.
Me mira en silencio y se escucha del otro lado la voz monótona de un hombre que me hace pensar en Néstor, el de la admisión.
–¿En el trabajo tomás porque así estás más entretenida? ¿O más divertida, más suelta?
–No sé si más entretenida… más… sin… inhibiciones.
–Sin inhibiciones –repite.
–¿Y en tu casa? ¿Cuando tomás…? Te relaja.
–Ssssi… me acompaña, me relaja, me… hace que las cosas dejen de tener un aspecto preocupante.
–Mjm.
Otra vez nos quedamos en silencio.
–Como si te pudieras mentir un poco, también, ¿no?
–Ah, no sé… no… ni me lo cuestiono, justamente es para no pensar en esas cosas.
–Bueno, está bien, es una manera. Digo, pero por ahí es una forma de mentirte un poco, ¿no? Esto de relajarte… de…
–Es que tampoco es mentirse un poco, no sé.
–Bueno, digo eso, “mejor me sirvo una copita de alcohol…”
–Es algo “concreto”, te tomás algo y te relajás.
–Sí, sí… ¡obvio! Pero las cosas…
–¡Es real! Yo ahí no me estoy engañando, me está produciendo un efecto real.
–Seguro, pero, digamos… esta… esto que te produce, este efecto de relajación, de ver las cosas todas un poquito mejor… ¿no?
–No las veo mejor.
–Las tapás.
–Simplemente no me preocupo.
–Claro, no las ves más. Entonces, digo… en un punto te sirve el alcohol para… vos me decías que es como un relajante en casa y para seguir en el laburo, de alguna manera te sirve un poco como para, eh… yo diría… te vas adormeciendo, ¿no?
–Ahora, una pregunta. Por ejemplo, cuando hablo de esto del engaño…
–Mjm.
–Está esta masa de personas disponible para ser manipulada, personas que de hecho trabajan para caerles simpáticas a alguno de los personajes que pudieran manipularlas para ascender en una carrera absurda de no sé qué.
–Mjm.
–¿Cuál es la falta de ética ahí, de mi parte?
–¿De tu parte?
–Son chicas mayores de edad, que están eligiendo eso…
–¿Por qué habría falta de ética de tu parte?
–En un punto digo “las estoy manipulando”.
–¿Y por qué?
–Y después digo “ellas…” –y levanto los hombros.
–¿Las estás manipulando cuándo? ¿Cuando las ofrecés…?
–No, no, en esta posibilidad de manejarlas. Porque si no estoy yo hay otro, eso es real.
–Sí. Eh…
–¿Hasta qué punto están eligiendo?
–Yo no sé qué pasa con ellas, yo vuelvo a vos, ¿no? Yo me pregunto si vos no te estás… hago esta pregunta no para que la contestemos. Hago la pregunta como… para abrirla, ¿no?, para la próxima, porque ahora tenemos que dejar, pero… eh… yo me pregunto si vos no te estás manipulando a vos misma.
–Mjm.
–Es una pregunta que me hago, ¿no?
–¿En qué sentido?
–Mh… no, la pregunta es esa –termina de hablar y deja la boca abierta por unos instantes más mientras me mira fijamente–. No sé, si querés la dejamos para pensarla mejor la próxima, pero… es si vos no te estás manipulando con lo que hacés, con cómo lo hacés, con… ¿no? Porque vos decís: “manejar a las otras”, “manipularlas”. Manipular sería como lograr que otro… no sé qué entendés por manipular.
–Eso es lo que yo te estoy preguntando, ¿en qué sentido me decís “manipularme a mí misma”? Porque quiero saber qué me…
–Claro, vos…
–…qué me querés decir cuando me decís eso, qué me querés decir con eso de “manipularme”.
–A ver, cuando vos decís “manipular a otras chicas”, ¿qué querés decir?
–Es como… tomar el deseo que tienen…
–Mjm.
–… correrlo de lugar…
–Sí.
–… y hacer que se sientan convencidas de que lo que desean en realidad es otra cosa, que es la que yo les ofrezco.
–Sí. Por eso, me coincide con lo mismo, ¿no? Si vos no te estás manipulando a vos misma. Si vos no tomás tu deseo, lo dejás a un costado y… ¿no? Y te autoconvencés de que es eso lo que tenés que hacer, ¿no?
–¿Que sería qué…?
–Me gustaría que lo charlemos. ¿Que sería “qué” qué?
–¿Cuál es el deseo que corro de lugar y me convenzo de… de qué?
–Tu deseo –me interrumpe.
–Por eso, ¿cuál es mi deseo?
–No sé cuál es tu deseo. Ésa es mi pregunta. Y te estás como autoconvenciendo de que es eso, que es por ahí, ¿no? Pero bueno, lo charlamos la próxima, ¿dale? –me dice muy despreocupadamente, arreglándose el pelo y atinando con pararse–. ¿Sí?
–Dale –digo, mientras me levanto–. ¿Sabés qué? ¿El bono de la vez pasada? No lo encuentro. Que… ¿te acordás que salimos juntas? Yo me quedé pagando el bono… no lo encuentro.
–No te preocupes.
–Igual ustedes llevan un registro.
–¡Sí! Sí, sí, sí.
–Y el de hoy me dijo que lo saque ahora cuando salga.
–Sí, quedate tranquila, me lo traés la próxima –me dice, acercándose a la puerta.
–¿Te lo traigo ahora o la próxima?
–No, me lo traés la próxima –me responde abriendo la puerta–. El lunes que viene es feriado…
–¡Ah! O sea que nos vemos el otro lunes…
–Sí, ¿dale? Bueno, Clara… –me da un beso en la mejilla.
–Dale.
–Cualquier cosa me llamás, ¿sí? Cuidate.
–Vos también.
–Chau.
–Chau.